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La cultura estatal, frente a una gestión interminable

Opinión

La reciente designación de Martín Ruiz Torres como sucesor de Mauricio Guzmán en el Ente Cultural de Tucumán dispara varias preguntas sobre el manejo del área en la Provincia. ¿Preferimos darnos un lujo dos o tres días al año en el Septiembre Musical o preferimos que la cultura llegue a todos los tucumanos con políticas inclusivas?.

Los programas Centros de Actividades Infantiles (CAI), Centros de Actividades Juveniles (CAJ) y Coros y Orquestas del Bicentenario, una forma de hacer la cultura accesible a todos. La foto es de Ignacio López Isasmendi para La Palta.


Confirmada de algún modo la continuidad de la gestión casi interminable de Mauricio Guzmán -unos 15 años-, a través de la designación de su vicepresidente Martín Ruiz Torres, es que quisiera opinar un poco sobre algunos pasados y otros posibles futuros de la Cultura estatal en Tucumán.

En primer término no podemos soslayar la urgente necesidad - como ya fue dicho muchas veces antes- de crear algún tipo de organismo consultivo que agrupe a referentes de todas las disciplinas artísticas, que se haga cargo de las decisiones y se encargue de poner en marcha verdaderas políticas culturales.

Parece increíble que hayamos naturalizado tanta verticalidad.

Por otro lado - o tal vez sea el mismo - ha sido mucho más que evidente que la última administración ha priorizado en su tiempo la Cultura como Producción de Espectáculos, es decir, ha propiciado eventos aislados de Cine, Danza, Música, Letras etcétera. Al lector le parecerá esto normal y hasta positivo. 

Otros enfoques quizá más amplios, sin embargo, demandarían a un Ente Provincial de Cultura -y qué nombre es éste, que pareciera abarcarlo todo- que se ocupe también de una construcción mucho más profunda de la Cultura

Para empezar: ¿Por qué no se espera del Ente y sí de los ministerios de Educación o Desarrollo Social- a los que no parecen sobrarles recursos- que sostenga, mejore, revitalice y multiplique los maravillosos programas CAJ, CAI, Ingenio Cultural, Coros y Orquestas Populares y Académicos que tanto nos emocionan y tantísimo más siembran y cosechan en villas y barrios? ¿Cómo es que no exigimos como comunidad que esas experiencias enriquecedoras se reproduzcan en Teatro, en Plástica, en Danza a través de nuestro organismo cultural? ¿Cómo no se propician desde allí talleres en las escuelas de TODA la provincia -públicas y privadas- que hagan luego germinar Encuentros Intercolegiales de las Artes? ¿No sería eso también y, en todo caso aún más, promover la Cultura?

Que exista el Festival Shlomo Mintz dentro del ya posiblemente demasiado fastuoso Septiembre Musical, por ejemplo, es un lujo. Ahora bien, sabiendo que, supuestamente, nunca hay recursos para quienes presentan proyectos al Ente desde el quehacer independiente, la pregunta es ¿estamos para darnos ese lujo?

Quizás elegimos mal nuestras prioridades.

Pareciera entonces que preferimos que el gran Shlomo nos embriague con su talento tres o cuatro días al año en el Teatro San Martín a que miles de changuitos y changuitas bien tucumanas vean o toquen un violín por primera vez, mientras se vinculan con sus vecinos en una orquesta popular o barrial, que a su vez daría trabajo a docentes y trabajadores sociales. Porque bien sabemos que no nos da la plata para ambas cosas.

Elegimos mal. Parecemos desconocer nuestra realidad, nuestras limitaciones.

Vayamos, con nuestro Ente de Cultura, por una verdadera construcción cultural desde las bases de la sociedad.

Será menos vistoso, sí. Los funcionarios deberán educar a sus jefes del Ejecutivo para que comprendan ese esfuerzo subterráneo y a largo plazo;y a su vez aprender de la realidad de la cambiante cultura de su gente. Sí, también. Pero intentemos elegir y decidir mejor, o quizá no habrá en poco tiempo quien asista al teatro, quien sepa bailar una zamba, o quien escriba las historias de nuestro viejo y mágico Tucumán.