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La estrategia de la ruina

Opinión

El reciente colapso del techo de la Biblioteca Alberdi se suma a la extensa lista de eventos relacionados con un cóctel de irresponsabilidades tanto públicas como privadas.

Hace una semana cayó el techo del Teatro de la Paz, ubicado en 9 de Julio al 100. La foto es de José Romero Silva.


La ciudad expresa el espíritu de la sociedad que la construye y habita, refleja sus aspiraciones y materializa sus costumbres. Nuestra urbe se caracteriza por una histérica y perpetua renovación de su edificación. De hecho, pareciera casi un castigo para un tucumano tener que vivir o trabajar en un edificio “viejo”. Este afán de modernidad oculta un vicio de nuestra sociedad: invertir lo menos posible en la edificación y su mantenimiento. Como consecuencia de esta costumbre muchos edificios son de mala calidad y nuestro día a día transcurre muchas veces en espacios malsanos.

Una consecuencia lógica de esa actitud ante la construcción y su mantenimiento es que en nuestro imaginario popular el “edificio viejo” es peligroso e insalubre. Esta idea, a su vez, alberga la posibilidad de evadir la responsabilidad: "se cayó por viejo", se dice habitualmente. Pero los edificios no caen a consecuencia de su vejez sino por la ruina derivada de años sin mantenimiento: las infiltraciones de agua de lluvia y las pérdidas de las instalaciones sanitarias destruyen los materiales, se debilitan muros y techos, se socavan los cimientos, se hunden los pisos y, luego de años de abandono, se produce el colapso. 

Un edificio nuevo sin ningún mantenimiento es un riesgo en cuestión de tiempo, mientras que el que se cuida dura miles de años, no representa un peligro. Lo atestigua el Panteón de Roma (construido a mediados del siglo II d.C.) que es visitado cada día por cientos de personas. Entonces, podemos decir que un edificio en ruinas es fruto de la falta de inversión en mantenimiento y que alguien es responsable de ese estado.

Es cierto que un edificio ruinoso es un peligro para el transeúnte y para el vecino por desprendimientos de molduras y caídas de revoques y otros elementos, incluso, existe en algunos casos la posibilidad cierta de un derrumbe. Por esto, es obligación del Estado proteger a los ciudadanos del riesgo que representan estos edificios no mantenidos. Sin embargo, el Municipio no controla el estado de la edificación. El reciente colapso del techo de la Biblioteca Alberdi se suma a la extensa lista de eventos relacionados con este cóctel de irresponsabilidades tanto públicas como privadas.

Un edificio nuevo sin ningún mantenimiento es un riesgo en cuestión de tiempo, mientras que el que se cuida dura miles de años y no representa un peligro.
Es potestad del Municipio regular y controlar las acciones de los actores privados en bien de la comunidad, caso contrario, su inacción lo convierte en cómplice de malas prácticas que atentan contra la calidad de vida en la ciudad. La “estrategia de la ruina” se ha naturalizado: abandonar los edificios para forzar la decisión de la demolición ya es algo cotidiano, lo hace el Estado tanto como los privados. El caso testigo por excelencia de este accionar es el recientemente demolido ex – Banco Francés, que tras un largo proceso de deterioro hoy es un solar vacío en un lugar privilegiado del área central. También se apeló a la idea del edificio ruinoso para convencer a la sociedad en el caso del antiguo Mercado de Abasto, la mitad conservada nos hace preguntarnos si realmente existieron los “problemas estructurales” a los que se apelaba para propiciar su demolición total.

Más allá de estos casos puntuales, son numerosos los edificios abandonados y ruinosos. Los invito a buscarlos: viviendas, galpones y hasta edificios en altura repartidos por toda la ciudad. Esto lleva a plantear la necesidad de crear regulaciones y normativa apropiadas para impedir que un edificio quede sin uso por mucho tiempo, una política de esta naturaleza permite aportar fácilmente viviendas con mínima inversión, revitalizar sectores urbanos e incluso podría proporcionar beneficios económicos al Municipio si se fijan multas que hagan desistir de este accionar. Incluso, estos fondos permitirían dar apoyo económico a vecinos para el mantenimiento de su vivienda y generar un círculo virtuoso en beneficio de la ciudad. Recientemente el Ayuntamiento de Barcelona impuso una multa por un valor de 2,8 millones de euros a dos sociedades por tener 24 departamentos vacíos por más de dos años, con el fin de proteger la vivienda asequible de la especulación inmobiliaria. ¿Por qué en nuestra ciudad no puede hacerse?.

Un edificio en ruinas es fruto de la falta de inversión en mantenimiento y, como consecuencia, alguien es responsable de ese estado.
Estamos en un momento histórico de crisis del paradigma moderno que instaba a arrasar con lo viejo. Es hora de repensar nuestra actitud hacia la construcción y su mantenimiento: lo exige una naturaleza agobiada por la carga de desechos, por la presión de obtener materiales de construcción y por la expansión descontrolada e insostenible de la urbanización. Actualmente la reutilización es una de las estrategias más inteligentes para enfrentar estos problemas: la edificación antigua es de calidad y fácil de mantener, se puede adaptar con mínima inversión a los modos de vida actuales y no requiere tanta energía para una adecuada climatización como un edificio contemporáneo. 

Al mismo tiempo, preservar la edificación antigua perpetúa el carácter y la identidad de un barrio, facilita la consolidación de una comunidad y dificulta la especulación con el suelo urbano. Esto sólo es posible a través de una clara y firme posición del Estado, reflejada en políticas y acciones concretas, coherentes y basadas en el consenso, que deben mantenerse en el tiempo. A esto deben sumarse la conciencia y responsabilidad de los vecinos tanto para la conservación de su propiedad como de la propiedad pública, sólo la participación activa de la población y el reclamo del conjunto de la sociedad a los funcionarios puede lograr revertir la situación actual.