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Alberdi: siempre más que un aniversario

OPINIÓN

Juan Bautista Alberdi (1810-1884) fue escritor, abogado, político, periodista, jurisconsulto, diplomático, todos roles que supo ejercer con destreza y genialidad. La escritura fue para Alberdi acción, toma de posición y preparación para la disputa.

Juan Bautista Alberdi nació un 29 de agosto de 1810 en Tucumán.-


Comienzos y partidas


Un lugar ignorado y con una belleza extraña. Eso era Tucumán para Juan Bautista Alberdi, una geografía que parecía inverosímil y sobre la que era difícil escribir. Porque en la Memoria descriptiva sobre Tucumán de 1834, la escritura pareciera una condensación insuficiente para captar, por ejemplo, las cumbres de San Javier que se vuelven azuladas en el ocaso, los perfumes y colores de los lapachos y aromos en los comienzos de septiembre.


Si la misma Casa Histórica de 1816 fue demolida casi en su totalidad, no debería extrañar que el solar en el que nació Alberdi el 29 de agosto de 1810 haya corrido el mismo destino y en ese sitio hoy exista una pizzería. Sólo una pequeña placa, visible a través de los vidrios del local, recuerda lo que antes fue ese lugar. Un ejemplo más de la manía tucumana por las demoliciones, no sólo las de los edificios sino también de los recuerdos, porque son los lugares los que brindan un espacio para la memoria social. Esos primeros años en Tucumán son claves en la vida de Alberdi porque son también los tiempos de la Revolución de Mayo, de la Declaración de la Indepedencia. Con los ojos de un niño contemplará de cerca la figura de Manuel Belgrano.


A pesar de que muchos de los textos de Alberdi se refieren a Tucumán no vivió mucho tiempo en la provincia. Al contrario, la mayor parte de su vida la pasó en el exterior, en Uruguay, Chile y Europa. En aquella “provincia flotante” que era para él la emigración política. Sus textos fundamentales como las Bases o El crimen de la guerra fueron escritos y publicados en el exterior: “Como no he vivido fuera de mi país sino para mejor estar presente en él por mis escritos”. Un escritor y un político que vivió casi toda su vida fuera del territorio de un país sobre el que se dedicó a reflexionar sin descanso.


Todos los géneros, todos los textos


Frente a la ciudad de Formosa, en la otra orilla del río Paraguay, se encuentra la localidad de Alberdi, que toma su nombre del prócer tucumano. Un homenaje del pueblo paraguayo a uno de los intelectuales que más se opuso a la criminal Guerra de la Triple Alianza. Y lo hizo desde la política y fundamentalmente desde la escritura con la publicación de El crimen de la guerra, un alegato legal y filosófico en contra de esa “justicia administrada por los reos”. Para Alberdi, géneros literarios como el ensayo, el teatro o la novela podían ser armas potentes para poner en evidencia el crimen, la dictadura o los despropósitos de la política. Es por eso que tanto el drama El gigante Amapolas y sus formidables enemigos como la ficción Peregrinación de Luz del Día son diferentes modulaciones que puso en funcionamiento Alberdi para hablar sobre el presente. En ellos se cruzan lo verosímil, con lo político y lo fantástico. Porque en la obra de teatro por ejemplo, la potente alegoría de ese gigante de Rosas, que está presente pero no aparece en escena, se cifran amenazas, miedo y muerte.


Legados y presente


El historiador Roberto Pucci, que en 2011 fue el editor de la Antología conmemorativa de textos de Juan Bautista Alberdi de la Cámara de Diputados de la Nación, señaló en una entrevista que en gran medida en los estudios historiográficos, Alberdi sigue siendo una “especie de negligencia”. Sólo se lo recuerda en algunas fechas y por algunas frases que no le hacen justicia al total de casi veinte tomos de sus Obras completas y Póstumas. Por otro lado, se puede afirmar junto con Carlos Duguech, que Alberdi es, quizás junto con Nicolás Avellaneda, el político argentino “sin charreteras” (que no fue militar) más importante del siglo XIX.


Juan Bautista Alberdi sigue presente en Tucumán. En el legado de sus “opiniones divergentes” y críticas con el poder. En ese túmulo, al interior de la Casa de Gobierno, en la misma manzana en la que nació hace más de doscientos años. En las Bases que aún sostienen la Constitución y en la potencia y vigencia de sus obras literarias. En las ficciones de Pablo Rojas Paz y de José Ignacio García Hamilton. Y en aquella estatua de Lola Mora que de pie y con gesto severo observa a todos en la plaza, a los que llegan de la Estación de trenes, a los que se van de la ciudad, a los indiferentes y a los incómodos.



Máximo Hernán Mena es licenciado en Letras por la Universidad Nacional de Tucumán y Doctor en Letras por la Universidad Nacional de Córdoba. Becario Postdoctoral del CONICET en el INVELEC-UNT.