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Alpargatas sí

REALIDAD QUE DUELE

A principios de octubre, 500 empleados de la planta de Alpargatas ubicada en Aguilares recibieron la noticia de que estaban despedidos. Y un vecino del sur relata la historia de uno de ellos. Y de los que vivieron lo mismo, pero en los noventa.

Foto con la que Diego Armando Díaz acompañó su publicación en Facebook.


Sentado en un quiosco-bar en el barrio Roca de Aguilares, después de la sexta derrota en el campeonato de veteranos, tomábamos cerveza discutiendo las causas de nuestra mala suerte, los defensores culpaban al medio campo y estos, a los defensores; en eso estábamos, usando tres mesas en la vereda del local. De a poco, las mesas se fueron quedando vacías. En eso salió el dueño a limpiar y levantar los cadáveres de cerveza que quedaban en las mesas.

"¿Y el Chino?", le pregunté. "Ahí está - me contestó mirando la casa de al lado-, meta laburar", dijo mientras se llevaba unos envases y movía una mesa a la punta de la vereda.  "¿Sigue trabajando en la fábrica (Alpargatas)?", le pregunté.  "No, ya no, lo despidieron", me contestó. 

Su respuesta pegó fuerte en mis compañeros de copas, que de los veinte que éramos quedamos tres. Sus caras buscaron el piso, sus labios tragaron despacio la bebida, yo atiné a decir "qué cagada, pobre chango". 

"Sí", oí que me dijo llevándose los vasos que no se usaban Llegó un cliente al local y el hombre se fue siguiéndolo, dejándonos con otro tema más profundo que un partido de fútbol, uno de los que estaba conmigo dijo "yo lo viví por mi hermano, la semana esa que le dieron esas vacaciones obligadas, él estaba con la duda de si gastar la plata que tenía y esperar el pago, el no dormía de noche pensando si lo dejaban sin trabajo; por suerte a él no le tocó. Corrieron más de 500 personas, corrieron 250 más, fue un tiempo feo, me tocó de ir al cajero y ver empleados de Alpargatas, que muchos metían su tarjetas y del cajero no salía nada, la gente se daba cuenta que habían quedado sin trabajo, y se largaban a llorar. "Dicen que dejaron a más mujeres que hombres", me decía mi amigo.

La cerveza se iba poniendo más amarga mientras el otro contaba sobre lo que estaba pasando. Yo pensaba en mi amigo Chino, que hacía poco le habían entregado el auto cero, después de lidiar con la concesionaria por un buen tiempo, ¿cómo hará para pagarlo ahora?, se que vende comida los fines de semana, pero me parecía nefasto tener que quedarte sin trabajo en el peor momento del país.

El otro me sacó de mis pensamientos contando: "Dicen que los llamaban al patio de la empresa para hablarlos, y que una vez que regresaban al laburo notaron que habían movido las maquinas de producción, ellas no lo entendían, y encima después los hicieron tomar un receso forzado, a la vuelta de esa semana, al llegar al trabajo vieron cuatro robots, dicen que esas máquinas las trajeron los nuevos dueños chinos, y que cada robots reemplaza a 50 empleados".  

Esto nos decía mi amigo, en la vereda de la casa de al lado se veía gente que iba y venía, eran los clientes del Chino que llevaban sus pedidos, ya era pasado el mediodía del domingo en que había vuelto el sol. Ahora cubierto por el toldo nos resguardábamos de la resolana, haciendo la mesa para atrás, los autos iban y venían, el caos vehicular era un espectáculo peligroso.

Yo me preguntaba "¿Puedo volver a hablar de fútbol?, ¿del esquema de juego que Hernán nuestro técnico implementa, de la expulsión sin sentido del cabezón Mendoza?". Podía, pero la comparación con los años 90 era inevitable, Aguilares y Alpargatas estaban en los medios, con cortes de ruta, como ahora, con el sistema de retiros voluntarios, y el forzoso, en los años de Menem los de la fábrica les propusieron a los empleados que firmaran su renuncia voluntaria a cambio de una liquidación, que más sonaba a arreglo, ante un despido inevitable, en ese tiempo muchos aceptaron como el caso de un vecino, que con el dinero que le dieron saco un auto a crédito y se hizo remisero, actividad que la realizaba con uno de sus hijos.

Hoy solo falta una frase como “Estamos mal, pero vamos bien”, o el 1 a 1 y no hablo de fútbol, habló de la ficción de la igualdad del peso argentino con el dólar.