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El debate entre tradición y cambio está planteado

Opinión

El docente e investigador universitario Fulvio Rivero Sierra analiza qué subyace en la disputa por educación mixta en el Gymnasium.

Mujeres exigen igualdad de derechos durante una protesta en la década del 70. Imagen gentileza dominiomundial.com


Cualquier manual de sociología plantea que todo conjunto social es la resultante de una dialéctica entre “tradición” y “cambio”. Ninguno de estos dos componentes, per se, resultan “buenos” o “malos”. En efecto, la subsistencia y desarrollo de una sociedad depende de una suerte de equilibrio entre “conservar” algunos aspectos y “modificar” otros. De hecho, si una sociedad cambia absolutamente todo puede tener serias dificultades para desarrollarse porque de los diferentes e innumerables “códigos compartidos” depende de que se conserven algunos aspectos para que las acciones sociales sean inteligibles entre los agentes sociales y puedan llevarse a cabo (el rojo no puede significar “pare” y, al día siguiente, “avance”, por dar un ejemplo simple). Por otra parte, si una sociedad es refractaria al cambio, le resultará imposible -o muy dificultoso- adaptarse a las transformaciones del mundo y/o de otras sociedades vecinas con las cuales muchas veces compite en términos económicos, por ejemplo.

Lo que ocurre en el Gymnasium, en mi opinión, es que una pequeña sociedad escolar ha desarrollado una identidad colectiva sumamente abigarrada, donde la “tradición” parece ser un valor en sí mismo y, en contrapartida, el “cambio” es percibido como una “amenaza” a una supuesta supervivencia. Este fuerte desbalance que supervalora la “tradición” trae aparejado no sólo grandes dificultades para la adaptación y el cambio social, sino también dos cuestiones más al menos en este caso puntual. La primera es una exagerada endogamia y autoexclusión del resto de la sociedad más amplia. La segunda es la perpetuación de privilegios absoluta -e indiscutiblemente- patriarcales. El razonamiento de los chicos, padres y algunos egresados resulta obtuso hasta el absurdo de anteponer el sostenimiento de “tradiciones” -mayormente incuestionadas- pero que son vistas como un valor per se, por encima de un derecho diametralmente más amplio como es la igualdad de género. Esta ceguera es alarmante, preocupante y, también, indignante en un punto.

La Universidad Nacional de Tucumán (UNT) debe necesariamente velar por los derechos avasallados, nuevamente, mediante la decisión de una mínima parte del conjunto social tucumano que impone -de hecho- a toda la sociedad tucumana, violentando derechos básicos y justificando la deleznable práctica de la discriminación.


El autor es investigador de CONICET especializado en temas de migraciones internacionales, Jefe de Cátedra de “Metodología de la Investigación” de la Fac. de Filosofía y Letras (UNT) y Director del Instituto de Historia y Pensamiento Argentinos de la misma Facultad.