Top

Tinder o Elige tu propia (des)aventura

Amor virtual

Las complicaciones de encontrar pareja con una aplicación.

Foto: www.tlife.guru


Hace un par de semanas entré por primera vez a Tinder. Amo las redes sociales pero tenía una cierta resistencia a las que son claramente de “levante” como esta. Primero porque tienen como un aura de desesperación, de intolerancia a la soledad, como un sabor a derrotismo, a último recurso, como un olorcito a banalidad y superficialidad. Y segundo porque creo que las mujeres tenemos mucho que perder ahí, porque con todo el temita este de la trata de personas y la violencia de género una nunca sabe ¿no?

Sin embargo, la curiosidad, el aburrimiento, y los relatos de mis amigas que se iban sumando a la red, pudieron más como siempre. Por lo que me contaban, cada una le daba diferentes usos a la aplicación, desde la mera charla tranqui, hasta el delivery de “chongos”, pero con una búsqueda común: salir de la endogamia, del círculo de siempre y conocer gente nueva.

Cuando entré, por un lado me dio gracia darle la cana a varios “intelectuales” que jamás blanquearían que están ahí, justamente por ese fantasma estigmatizante de la desesperación, pero también porque los pone en contradicción estar en un lugar que se rige por la vara de lo superfluo, porque ahí a nadie le importa de buenas a primeras si tenés un cerebro, eso está claro, razón por la cual lo que suele pasar es que termina habiendo más filtros que gente o fotos de la adolescencia para remarla.

Pero lo que más me dejó pensativa fueron las diferentes selecciones de fotos que se exponen en la vidriera, a través de las cuales los tipos se subastan a la mejor postora como una suerte de mercancía. Cada cual vende un viaje distinto, onda los libros de Elige tu propia aventura. Algunos ponen fotos con paisajes de fondo vendiéndote travesías, otros fotos de abdominales marcados sin rostro –muy fuerte-, otros niños y animales vendiéndote ternura –lugar común de los chamuyos-, otros con instrumentos vendiéndote bohemia, otros te venden fiestas descontroladas–maduremos-, otros con millones de botellas de escabio y camisetas regalando patetismo, bueno, al menos para mí, no me erotiza verte en pedo mirando fútbol. Hasta uniformados hay –hiperfuerte-. Hay de todo.

El punto, tras este panorama, es que la búsqueda de huir de la endogamia es un arma de doble filo: salir del circulo puede ser bueno pero el costo es incierto, porque ciertamente no sabemos qué es realidad y qué es ficción, qué hay detrás de ese recorte de la realidad que cada uno elige. Ser mujer en esa zona liminal es muy diferente y conlleva mayores riesgos que para el hombre. No es lo mismo ser mujer que ser hombre en una red para conocer gente a la hora de concretar los encuentros. La paranoia es mayor para nosotras. Si te vas a encontrar con alguien tenés que armar toda una logística con tus amigas para garantizarte la integridad, onda encontrarte en lugares públicos, mandar mensajes cada tanto tiempo, que alguna caiga de incógnita, mandar un mensaje secreto para que te llamen y zafar, entre otras artimañas. Este nivel organizativo no existía hace añares cuando recién surgía este tipo de redes, como el MIRC o el Tucumanos.com y lo sé porque cometí el grave error, con 19 años y con toda la ingenuidad e irresponsabilidad del universo, de encontrarme con seres muy freak y arriesgar mucho el pellejo.

Con todo esto no desaconsejo el uso de la red, porque encontrarte con chiflados podría pasarte en cualquier lado, siempre está el riesgo, de hecho conozco gente a la que le fue bastante bien; sino tomar recaudos ante la incertidumbre de quién es el otro, y repensar también esta cuestión de la mercantilización de los cuerpos que no sé si está tan buena, en tanto es refractaria de la nefasta lógica del sistema que licua cerebros y esculpe cuerpos sin rostros. Muchas cosas para pensar(nos) como usuarios, y como jóvenes.