Top

"No se olvida más": El Turco y la noche que San Martín se adueñó de Tucumán

HISTORIAS DE ACÁ

Ciruja hasta la hernia, un relato íntimo de un hincha que eligió verlo en su casa de Lomas de pie frente a la tele. El nerviosismo de la previa, el dolor del entretiempo, la esperanza del descuento y el llanto del final. Cómo vivió el Pueblo Ciruja el 3 a 2 a Atlético, a un año de la noche más feliz, y el video de la fiesta en las calles de Ciudadela. Miralo.

Maxi Martínez, Lucas Acevedo, Claudio Bieler, Gonzalo Rodríguez y Rodrigo Moreira: la fiesta del Ciruja en el vestuario de Atlético.





Es el sábado 1 de diciembre de 2018 y el Turco está llorando. Sólo él sabe bien por qué el llanto lo desploma, por qué la emoción lo abruma, por qué al tercer gol casi ni lo grita, por qué no puede gritarlo, por qué al grito le gana todo lo que precede al grito, por qué cuando Tino mete el tercero, el Turco se da cuenta que no puede gritarlo, que sólo le quedan fuerzas para caer de rodillas junto a su mujer, los dos solos frente a la tele del living de su casa en Lomas del Tafí, rodeado por los juguetes de su hijo Bauti, pateándolos sin darse cuenta, clavándose un autito en la rodilla mientras cae, mira, pispea, chequea, confirma y sentencia que hay gol de San Martín en el Monumental. Es un grito hecho llanto por todo lo acumulado durante todo ese tiempo, desde que San Martín ascendió a Primera, desde que salió el fixture y lo primero que buscó el Turco fue cuándo jugaban con Atlético, dónde jugaban con Atlético y qué significaba jugar y ganar el clásico más importante de la riquísima historia de los grandes tucumanos, el primero en Primera, el más importante de todos, el inolvidable.

Es el domingo 1 de diciembre de 2019 y el Turco jura cuando recuerda: “En el tercer gol de Tino Costa he explotado en llanto. Ahora me acuerdo y me emociono”. Es el sentimiento de los hinchas de San Martín que festejan el aniversario del 3 a 2 a Atlético en el Monumental, el aniversario de uno de los días más felices del Pueblo Ciruja, ¿del día más feliz de todos? “Yo soy más hincha de San Martín que anti Atlético. He sido muy feliz en otros momentos: los ascensos al Nacional B y a Primera con Carlos Roldán me hicieron muy feliz. Veníamos muy golpeados. Pero esa noche contra Atlético hemos ganado la final del mundo, estábamos haciendo historia ese día. No sabíamos si nos íbamos a quedar en Primera, pero sabíamos que estábamos haciendo historia ese día y que de ese día no se olvidan más”.

Si se emociona el Turco cuando recuerda la noche es porque, literalmente, explica que cuando revive ese sábado 1 de diciembre, cuando vuelve a aquella noche los sentimientos lo invaden y plaf, la felicidad se desploma sobre los recuerdos, empapándolos como la noche mágica que fue: esos partidos que el hincha de San Martín recuerda todo, qué hizo, dónde lo vio, cómo lo vivió, y qué pasó: “No me quería juntar a verlo con nadie. Había hablado con algunos amigos para que vengan, pero me hice el boludo y lo vi con la flaca los dos solos. No había más nada que el partido ese día. Cada uno en una punta del sillón. En la previa me había tomado una cerveza solo para bajar un poco el nerviosismo, pero era imposible”.

No se hablaba de otra cosa en Tucumán que del gran clásico durante los días previos a ese sábado: en cada esquina, en cada bar, en cada recreo, en cada laburo, las cargadas, las apuestas, los pálpitos, los vaticinios de lo que iba a suceder se repetían, partían a la provincia en dos y el Turco no estaba ajeno: “En la previa tenía la certeza de que lo ganábamos, pero esa certeza se fue y lo vi perdido al final del primer tiempo, con el 1 a 0, con todos los defensores amonestado, con cómo nos iba llevando el árbitro. Cuando empieza el segundo tiempo, nos clavaron el segundo y ahí sí lo único que esperaba es que no nos hicieran cuatro”.

El Turco Dumit y Emilia la noche del sábado 1 de diciembre 2018, una de las noches más felices para los hinchas de San Martín.

“Recuperé la fe y sabía que lo dábamos vuelta cuando Pons mete el descuento. Ahí demostraron que fueron lo que fueron siempre: se quedaron callados, ellos les contagiaron el miedo a los jugadores. De la alegría y del jolgorio pasaron al terror. En el entretiempo pensaba qué mierda iba a hacer el día siguiente, cómo iba a enfrentar la vida si perdíamos, pero también me daba esperanza cuando se pusieron a cargarnos. Había visto el bailecito, el ole, todo. Cuando ellos se ponen gozadores siempre les va mal. Cuando empezaron a boquear de más, recuperé la fe. En los papeles eran muy candidatos. Y en todas las apuestas que he ganado, les decía: ‘No vaya a ser que pierdan, ustedes son el equipo de la Copa, de los torneos internacionales, nosotros recién estamos ascendiendo, en los papeles vamos al muere, pero no vaya a ser que la historia les pese cuando vean la camisetita que hace mucho que no ven'”.

El gol de Pons retumbó en cada casa donde vive un hincha de San Martín, en cada bar o asado con pileta armado en grupo o como el Turco ya de pie frente a la tele, toda la cara iluminada solamente por la luz de la tele, hablándole a la tele, gritándole, pegándole piñas a la pared, diciendo: “¡Vamos que lo ganamos! ¡Ataquen! ¡Pateen al arco que están muertos! Coyette, ¡poné otro delantero! ¡No te metás atrás!”

“Cuando Acevedo ha metido el empate se me ha escuchado en todo el barrio, algunos vecinos puteaban. Y nos quedaba tiempo, ellos estaban muertos: se les habían amortiguado las gambas. Después de la bombeada del primer tiempo vergonzosa, no les dio el cuero ni para hacer trampa. La certeza de que no nos iban a empatar fue cuando Favio Álvarez la tiró por arriba. Ellos le han transmitido el terror a los jugadores cuando llegó el descuento. Iban ganando el partido y San Martín los seguía desbordando por todos lados. Todo ha sido como una tormenta: una carga interna todo el primer tiempo que se descargó en 30 minutos. Cuando entró la de Pons, pensé: ‘Estos ya han cagao’. Y así fue”, recuerda el Turco, que revoleaba a todo lo que tuviera cerca cuando llegó el pitazo final en el Monumental y un grupo de camisetas rojas y blancas festejaban en el centro del campo de juego ante la mirada atónita e incrédula de la multitud de hinchas de Atlético.

“Lo he festejado como cuando hemos ascendido. Desde mi casa en Lomas el viento trae el murmullo de Ciudadela: escuchaba cómo iban llegando los hinchas, el bardo. No podía salir a manejar, estaba como loco, me temblaban las manos de la locura. Me invitaron a mil asados, pero no podía salir, me tomé tres cervezas, me quedé hasta las tres de la mañana, vi tres veces el partido de nuevo, volví a gritar los goles, se despertó el pendejo, a la flaca la levantaba con una mano, tenía la fuerza del increíble Hulk, lloré por mi viejo y después de pensar en cómo íbamos a enfrentar la semana, el mes, el año si perdíamos, del velorio pasamos a la fiesta, la fiesta del día inolvidable, la fiesta del día que no se olvida más”.