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¡Mamita querida! San Martín baila con la música del domingo más feliz

ANÁLISIS

El Santo asombra por juego, sacrificio, personalidad y contundencia: los hinchas llevaron a la vieja a la cancha y los jugadores les regalaron otro triunfo enorme que ya destapó la gran ilusión de Ciudadela. VIDEO

Luciano Pons e Ignacio González celebran el 3 a 0 que coronó la goleada. Foto CASM Oficial





“¿Ahora entendés por qué me escapaba de la casa cuando era chico?”, le decía el pelado con la panza al viento a su madre, chocha con el regalo del hijo, dándole un pellizco en el cachete porque antes de que empezara el partido la había hecho subir hasta el último escalón de la platea alta. “¡Dale, mamá, dale que vos podés!”, le gritaba ya sentado desde arriba, dale, ante cada paso que daba la vieja, dale, ante cada escalón que subía con la ayuda del otro hijo, dale, y de las manos de los socios como bastones para llegar a lo más alto.

Si hay un domingo que está cargado de rituales en esta vida es el del día de la madre. Sólo ellas saben de partos, del único dolor capaz de transformarse en una inmensa alegría que, en el caso de la señora, ahora tiene forma de pelado con panza al viento abrazándola como solo se abraza a una madre cuando hace un gol San Martín. Hemos crecido en los hombros de los viejos en las tribunas, pero hay que abrazarlas a ellas en este día, cortarles la sobremesa, lograr que una vez más cedan y sí, vamos a la cancha si querés, pero portate bien, no me hagás renegar como cuando eras chico y te me escapabas, ¿estamos?

Es un domingo de rituales que, ya con las madres y los hijos acomodados en platea o popular, empieza con él, con el enamorado del gol, Pons, corazón y un romance que ya lleva doce años con el amor de su vida y que, en este campeonato, vive el mejor momento de su vida, el que se debía desde la Superliga, ese romance que tuvo sus primeros chispazos aquella noche en Paraná, continuó contra Atlético para empezar la remontada inolvidable, dedicándoselo al cielo, hasta con una pequeña ilusión de permanencia en el Ducó, pero un romance que ahora ha tomado forma con todas las letras y un número: el 9 que Luciano le muestra al mundo, el 9 que le estampa la espalda, el 9 que le pertenece, el 9 que es.

Pons comienza a jugar su partido con las manos estiradas al cielo de Ciudadela, murmulla un rezo, se besa una pierna y se persigna, y se besa la otra pierna y se vuelve a persignar, suena el silbato del impresentable Franklin y San Martín comienza a hacer renegar a las doñas y a sus hijos porque San Martín, que es al fin y al cabo como un hijo en este parto que es la puja por volver a Primera, entra en el juego que proponen el rival y el juez como ya se lo había hecho Defensores de Belgrano hace dos domingos. A veces Mosca vuela y se desprende junto a Diarte, a veces Gonzalo amaga con pasarlo a modo Turbo, pero Rafaela sigue siendo ese equipo duro que se agranda en Ciudadela y que genera en los hinchas una sensación que suena a consejo maternal: no te destapés, no te hagás el vivo que arriba hay un grandote peligroso, cuidate por favor.

Pasa el entretiempo de preguntas, hay otra actitud de entrada, Mercier recupera el medio, vuelve a ser Mercier en este segundo tiempo, pero Mosca vuela bajo, Bellone no se asocia y entonces el hincha empieza a preguntarse si algo pasa cuando San Martín es local, si es distinto jugar en Ciudadela que lejos de ella, si la ansiedad que se vive por ascender ya, por arrancar ganando desde el ya, por qué todo eso se produce en un momento del partido hecho meseta, y si todo eso juega en contra. Es ese momento del partido en el que los hinchas empiezan a mirarse con el otro buscando respuestas, dudas que desaparecen cuando agarrate, mamita querida, que Lucas Diarte pasa al frente, rompe las líneas, saca el centro de la muerte y la vida tiene forma de penal, una pelota que pela, caliente, pero que Pons se encarga de resolver con una ejecución que deja en claro la confianza que siente un goleador cuando está encendido.

Ese gol da luz al juego, lo saca de las sombras y le corta el tiempo que hizo el arquero visitante, segundos y minutos que otra señora de la platea se lo había anunciado educadamente: “¡Ya te va a faltar el tiempo, hijo de puta!”. Palabra de madre, palabra Santa, siempre causa sorpresa y una sonrisa el insulto de la patrona, tanta sorpresa como la bomba que sacude Purita desde afuera del área, un golazo inesperado por el autor, que también se ríe cuando se sube a los brazos de Amor y mira a Ciudadela también desde lo alto, como la madre del pelado de la platea, como el pelado que dirige y se llama Orsi, como el pelado que la rompe y se llama Mercier, y como el príncipe de saco azul llegado de Grand Bourg que responde al nombre de Sergio Gómez.

El tiempo lo dirá, pero Orsi y Gómez, ya han demostrado que son mucho más que sus cábalas con desodorante de ambiente con tal de no cambiar la pilcha. Cultores del perfil bajo, ese tono para trabajar y declarar se valora muchísimo después del humo que tanto daño hizo en Ciudadela. Lo declara Orsi cada vez que puede: han decidido enfrentar el desafío más grande de su carrera y saben que todos los días se despiertan para estar a la altura de ese desafío que no es otro que ascender con San Martín a Primera y, si hay que soñar en grande, mantenerlo en Primera.

Sí, es cierto que falta mucho, que el campeonato es largo, que a partir de este lunes a las diez de la mañana ya se piensa en Almagro, pero es tan cierto como que los jugadores tienen permiso para festejar esta patada a la historia y al cuco fantasma que se va a Rafaela goleado, tan cierto como que si se canta lo que se canta esta tarde es por algo, es un canto que nace y se basa en lo que transmite este equipo, en la entrega constante en cada pelota, en la sobriedad de Arce, en la solidez defensiva central, en Mercier exhausto pero feliz, en Gonzalo modo fuego, incansable, más rápido de lo que era en otro síntoma de que se entrena, de que se trabaja en el complejo, de que lo dejan todo y que San Martín, en este gran comienzo de campeonato, ha superado físicamente a todos sus rivales.

Orsi declaraba, luego de finalizar este partido con el olfato goleador de Pons más grande que nunca, que sí, es cierto que esto recién arranca y que la construcción del grupo es día a día, comparándola con las bases fundamentales de una pareja o de cualquier vínculo humano donde el objetivo sea uno solo en común, un objetivo que demanda esfuerzo, sacrificio, pasión y amor por lo que se hace, lo que se dice, lo que se siente y lo que se canta, un romance de la gente con este equipo, de Pons con el gol, un amor inmortal que siempre te espera en Ciudadela, dándote gustos en vida como el de hoy, ahora llevándola vos a ella de la mano, ahora vos a ella cuidándola para que se no caiga, ahora vos a ella abrazándola en cada gol, situaciones y sensaciones de este domingo tan, pero tan feliz.