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"Si no nos morimos anoche...": la historia del Ciruja que se infiltró en Paraná

DE ACÁ

El relato en primera persona de la experiencia vivida antes, durante y después de la cancha de Patronato donde San Martín empató anoche.




"¿Qué hacemos, muchachos?", le preguntó el policía de Paraná, Entre Ríos, a sus compañeros. Era lunes a la noche en las afueras de la cancha de Patronato. Había poca luz en esa esquina, el pavimento estaba mojado y sólo relucía el dni del infiltrado en las manos del policía. El policía miró la foto del documento, miró la cara del dueño del documento, miró la foto, la cara, la foto, la cara, lo dio vuelta, se fijó la dirección, la provincia donde vivía el infiltrado, contuvo el aliento, miró a sus compañeros, miró al infiltrado y soltó el aire: "Dale, dale, pasá".

Diego de Ciudadela, el infiltrado, había viajado en una combi con su pareja y un par de hinchas más. Allá los esperaban los Cirujas de Buenos Aires. El tema es que el partido era lunes, a la noche, tormenta eléctrica, pronóstico de suspensión, y una escena en el camping para resumir qué siente este hincha de San Martín que viaja a todos lados, con los riesgos que la jugada supone: "Estábamos todos inundados en un camping y no teníamos adónde ir. Nos empapamos enteros, pero paró, llegamos a la cancha, estaba lleno de policías por todos lados, hasta que pechamos y sacamos el dni".

Diego de Ciudadela ya había viajado, por ejemplo, a Córdoba para el partido contra Talleres: "Fuimos con la ropa de San Martín. Sabemos que está todo mal, pero entramos igual. Te piden para la gaseosa y pasás. Lo mismo con Vélez, pero todo vale la pena. Eso sí, como el partido de anoche no hubo en Primera. Tengo la voz destrozada, no puedo hablar, volvimos mojados, todos estamos resfriados, pero qué partido, chango. Si no nos morimos anoche, no nos morimos más".

La Guía del Infiltrado que espera editorial para que sea libro deberá incluir un capítulo denominado Dónde y cómo comportarse durante el partido. Lo describe Diego: "Fuimos a la platea de ellos. Son poquitos. Y tienen problemas en la hinchada, todavía no habían entrado. Ojo, en la platea uno cree que está más seguro pero hay que estar atentos: son más hijos de puta, se conocen entre todos, siempre van a la misma ubicación y al toque se voltean a verte. Entonces la clave es moverte, cambiar de lugar. No te podés poder quedar quieto porque después ellos empiezan a cantar las canciones, y vos no sabés las canciones, a lo sumo podés aplaudir, nada más".

Ahora bien, ya ubicados, llegan los goles del local. Uno, dos, tres. Y encima con penales que no existieron. Y los hinchas de Patronato se ríen, están de buen humor, contentos porque están ganando un partido clave, todos los que están en esa platea menos unos cuántos que tratan de disimular lo indisimulable, que se miran de reojo, sintiéndose observados por miles de ojos, como si ellos fueran la pelota. Hasta que llega el gol de Bieler y se agarran de la campera. Y el bombazo de Tino Costa y se agarran la cara. "Lo que sea, pero no podés gritar el gol. El gol de visitante no se grita. ¿Sabés lo que es no gritar un gol de San Martín de visitante?"

Y entonces qué hacés cuando ves que la pelota llega a Pons, la lucha, le pone el cuerpo, te ponés en punta de pie, ya estás cerca de la puerta de salida para que termine el partido y seas el primero en irte, pero antes la pelota en el área, y gol de San Martín, gol de Pons, 3 a 3, y la última lección: "Le pegué una patada al alambrado haciéndome el enojado. Casi me rompo el pie. Sólo así podía descargar la alegría y sacar la bronca contenida porque no merecíamos perder. Nos estaban robando. Y la alegría llegó al final. Me duele el pie, el resfrío no se va, ya estamos de vuelta en Ciudadela. Y ahora nos preparamos para otra visita especial. Ahí estaremos. Juegue donde juegue San Martín, como siempre".

Desde aquí lo vieron los infiltrados de San Martín.
Diego y su compañera, Ivanna, a todos lados donde juega San Martín.