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San Martín y el destino final: hora de hacer historia

ANÁLISIS

El equipo de Forestello viajará a Adrogué a buscar el ascenso con la seguridad de haberlo dejado todo ante sus hinchas en Ciudadela: falta el último paso y Ciudadela es un canto a la ilusión.

San Martín y una multitud detrás de un sueño: volver a Primera. Foto de Adrián Lugones.





Ya no quedaba nadie en el estadio cuando Oscar, el canchero de San Martín, vio el césped de juego. Lo vio y lo encontró gastado, ya con las marcas del tiempo, en algunos lados sin pasto, en las áreas por donde voló Arce y gritó Bieler, por los carriles donde Maxi Martínez dejó su huella, cerca del círculo central por donde Galeano plantó la bandera de la fe y del fútbol, o más adelante, por donde el botín izquierdo de Matías García hizo pasar de largo a más de uno, como Gonzalo Rodríguez, como otros. Ya no quedaba nadie en el estadio, sólo una sensación: antes de viajar a jugar la última fecha, antes de partir con las valijas cargadas de ilusión, antes de que eso pase, aquí, en esta cancha, en este césped, en el de Ciudadela, con sombras y luces, bajo el sol o la lluvia, aquí hay un equipo que se va a buscar la gloria, pero que ya lo ha dejado todo, y que dejará lo que haga falta para buscar en Adrogué o adonde quieran volver a Primera.

Ya en la previa del partido contra el equipo de Puerto Madryn, ya al mediodía lo decían los hinchas en La Quiaqueña, pálpito mediante, con otros analistas de camiseta roja y blanca, promo de dos Quilmes por cien, y con más fútbol en estos kioscos de la Pellegrini que en cualquier canal de deportes: ellos, los sabios, en la previa, ya decían que con este calor que se merece otra promo, con este calor a los de Madryn hay que liquidarlos en el segundo tiempo: "Muchachos, tranquilos, no hay que hacer el desgaste de entrada; después se les caen las piernas y ahí se termina el partido", dijo un hincha, el más experimentado, con tono de charla motivacional. 

Y tenía razón el hincha. Muchas veces se equivocan, pero muchas veces tienen razón. Es más: a veces hay que seguir el gesto del hincha para saber cómo está jugando San Martín: es decir, si el hincha menea la cabeza durante veinte minutos significa que en el juego no hay conexión, si el hincha se pone de pie en la platea cuando encara Gonzalo Rodríguez significa que en la cancha hay acción, y cuando el hincha se pasa de la cerveza al primer fernet de la tarde significa que en la cancha Galeano rompió el esquema, apareció por detrás de todos hecho una tromba y con ese gol San Martín se sacó el comienzo con una jugada elaborada por izquierda con el hincha que juega de 3, vía Taca asistencias mecánicas, y Juan adentro.

Allá lejos, cuando toda esta ilusión empezaba contra Ferro y el pasto estaba pipí cucú (o joya) allá por la primera fecha cuando comenzaba a construirse este camino de huellas, allá también apareció Galeano para gritarle con alma y vida al debut triunfal, un debut que sobre ese pasto quedó en esa única victoria, la única victoria como local para el primer semestre de un equipo que empató mucho, que perdió poco, pero que necesitaba ganar, ganar en confianza, cambiar el chip, clic, ponerle crédito a la ilusión, llamar a Forestello y aclararle que estos son los jugadores que están. Forestello le dijo a Sagra que conocía hasta por qué Nacho Arce usaba pantalones largos en Tucumán, se puso el jogging, la cábala debajo del jogging y a trabajar, muchachos.

De la mano de Rubén, el camino fue largo y notable tanto en juego como en resultados desde la última caída con Riestra: San Martín esta tarde se ha desprendido de su último rival en Ciudadela con hasta con tiempo para que los hinchas filmen con sus celulares el penal de Bieler, el salto de Bieler, y el puño arriba de Bieler, para que los hinchas después vuelvan a tirarse de cabeza y a meterse por las ventanillas del micro que traslada la ilusión. Que quede en claro: al partido, que era una final, que no tenía margen de error, al que en Mar del Plata y en José Ingenieros le tenían fe de tropezón, a este partido que podría haber dejado sin chances a San Martín, a este partido San Martín se lo sacó de encima con un resultado y una jerarquía de otra categoría.

Porque cuando Matías García no le encontraba la vuelta, Bieler bajó y se puso en rol de asistidor, porque cuando Caco le sacó un gajo a la pelota, le sacó otro, y terminó de romperla en el segundo tiempo, el equipo confirmó lo que decía la banda de La Quiaqueña: aire, piernas y corazón para el 2 a 0 con Gonzalo papá y, chau fantasmas para liquidarlo con el Taca Bieler, capitán y goleador de este sueño, el gran capitán, soberbio en las áreas y humilde en los gestos que le acarició la cabeza al 18 de Madryn, pobre, cuando lo quiso intimidar en el penal y andá a sacarla de adentro.

Recién cuando entró el penal, ya con el asunto consumado, con el pasto gastado, y con todo el tiempo del mundo todavía por adelante, recién ahí los hinchas se sacaron la camiseta y la revolearon, y contaron la historia del Santo, y después de amagar un par de veces (porque del pasado se aprende) recién ahí sí se cantó por el ascenso, y se cantó mientras el grupo se reunió en ronda en el círculo central, todos juntos, abrazados, en ese ritual que ni Forestello conoce, un grupo de jugadores que ha escuchado las gracias por los huevos que ponen para ser campeón, que eso, eso no se olvida, lo dice la hinchada, con el corazón. Pero claro: el corazón todavía aguanta un poco más, resiste un poco más, y palpita primero el domingo con Almagro, después el lunes con Aldosivi, y sobre todo con el viaje a Adrogué, claro que palpita, que siente, que cree que es el viaje que falta, otra vez de visitante, otra vez el destino final, con día y horario confirmados, lunes 30 de abril, tiempo de hacer historia.