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San Martín y sus ráfagas: sinsabores del empate que no tapa el bosque

ANÁLISIS

El equipo de Forestello mostró su jerarquía y eficacia en el primer tiempo y errores fatales en el complemento. Ecos de un triunfo que se escapó y qué deja el punto de cara a lo que viene.

El Santo cayó en el segundo tiempo y no pudo mantener la ventaja. Foto CASM oficial





Queda en la boca, como el grito de un gol atragantado. En la punta de la lengua, como un nombre olvidado. En el paladar, como esa pasta rancia al despertar. Y no hay dentífricos ni caramelos de menta capaces de cambiar el gusto raro que dejó este empate raro en el horario raro de un domingo raro para el equipo raro que esta tarde fue San Martín.

Esa sensación encontrada de gustos diversos había empezado a sentirse ayer sábado, después del empate de Aldosivi. De antemano, todos firmaban el empate del puntero. "Que al menos un puntito saque Los Andes", fue el rezo. Pero de repente, perdía Aldosivi, se quedaba sin nada, y agarrame que no duermo, hasta que el empate agónico dejó ese sabor de que se podría haber rezado en grande y, ya de cara al choque de hoy con Flandria, también imponía una máxima en los hinchas de San Martín: "Dependemos de nosotros".

Porque si San Martín ganaba esta tarde, no dependía de nadie más. Quedaba puntero sin esperar ningún resultado más. Y si lo hacía por dos goles de diferencia, simbólicamente quedaba arriba de Aldosivi, por primera vez en el primer escalón de los que quieren Primera. Y todo esto lo hacía San Martín en el primer tiempo: ganaba 2 a 0 y así se iba al vestuario. Pero el resultado, se veía en el semblante de Forestello, no disimulaba lo que decían los números.

San Martín había salido dormido en el arranque, sin lavarse la cara, con gusto a siesta. El técnico pegó un par de gritos cuando Flandria ganaba las segundas pelotas y tanto Altuna como Galeano deambulaban en el campo de juego. La única tranquilidad que tenía el Santo era que, pese a los desacoples, en el arco estaba Ignacio Arce, que descolgó y jugó nuevamente rápido de contra para habilitar a Gonzalo Rodríguez, que lo pasó a turbo en el mano a mano con el defensor y definió con toda la clase que un delantero encuentra tras sacarse la mufa como lo hizo el sábado pasado.

El primer gol confirmaba la jerarquía individual de San Martín: tal como contra Chicago en el pase de Nacho a Matías García, justamente la pelota no necesitó pasar por el 10 esta tarde y en dos toques esos neutrales detrás del arco se trepaban al alambrado y que vengan a hablarme de Tribuna Segura. Esa jerarquía y eficacia se confirmaba al toque, con Galeano, otra vez a los pies de Gonzalo, y la habilitación en bandeja para el animal de área que es Bieler. Que el empate no tape el bosque: la ráfaga de San Martín fue lo mejor del amor y confirmó los cimientos que tiene el Santo para soñar con Primera.  

Pero la construcción del 2 a 0 se vino abajo como un castillo de naipes en otra ráfaga pero esta vez a cargo del local. Porque Forestello seguía con el semblante preocupado, acomodándose el pelo con cara de pocos amigos y cambio de esquema: del 4-1-4-1 al 4-4-2, salió Serrano, entró Espíndola, pero el sabor rancio, el gusto de que algo feo iba a pasar no se fue. Con viento en contra, el local fue con amor propio y el recurso de que la pelota vuele a Matos. El técnico de San Martín había adelantado que había que saber conocer esta cancha, que había que estar atentos para ganar arriba, y luchar abajo. Pero por primera vez en esta carrera ascendente del Santo, dio la sensación de que el físico pesó en el complemento. 

Ni Gonzalo ni Taca pudieron presionar arriba la salida local, Busse y Caco no entraron en juego, y la pelota llegaba sin peajes al área de una defensa que, en otra de las rarezas, perdió mucho, dejó recibir solos a los delanteros en el área y pareció ajena a la sólida que venía siendo hasta hace dos partidos. Así llegó la ráfaga del local que lo empató y casi lo da vuelta si no es por el enorme cierre de Maxi Martínez.

El 2 a 0 del primer tiempo había quedado lejísimos, y con el 2 a 2 fijo, ahí empezó a sentirse el gusto de las dudas en el paladar, parecido al que dejó el punto de Aldosivi: ¿qué hacemos? ¿que termine ya? ¿firmamos el empate? ¿arriesgamos? ¿vamos a buscarlo? La respuesta nuevamente llegó de la mano del técnico que sacó a Gonzalo Rodríguez y, aunque llamó la atención, en tres minutos Costa le dio la razón al DT y puso el 3 a 2. Nuevamente, que el empate no tape el bosque: en un plantel corto, Forestello sigue encontrando recambio y acierta plenos con una eficacia notable: le había pasado cuando mandó a Busse en Entre Ríos y abrió el marcador y ahora le pasó con Costa. 

La mano del DT y los mensajes ofensivos que da desde el banco son tan importantes como el cambio en la mentalidad de un equipo que, por algo, se fue esta tarde con la sensación de derrota. "Que duela lo que tenga que doler, pero el sábado que viene hay revancha", dijo en el vestuario golpeado por la imposibilidad de alcanzar la cima, tanto por errores propios como por virtudes del rival, un sabor amargo que debe irse desde este lunes, corregir y dejar de tapar todo lo que se viene, lo más importante, ahora sí sin márgenes de error, a todo o nada, a matar o morir, a terminar primero solo o acompañado, como sea. Quedan dos fechas, señores: por lo pronto, Aldosivi visita a Riestra y San Martín recibe a Brown de Madryn. Eso es lo inmediato. No se puede pensar más allá. Tampoco se puede dejar de soñar. Nadie dijo que iba a ser fácil. Mucho menos imposible.