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"Se volvieron locos": las empanadas tucumanas llegaron a Australia

HISTORIAS DE ACÁ

Matías nació en Yerba Buena, tiene 27 años y desde hace un mes trabaja en la cocina de un lujoso hotel en Queensland, donde sorprende y deleita haciendo los platos que comía cuando era changuito. La historia de cómo llegó y su mayor sueño para el futuro.

Delicias tucumanas en una paya australiana.





Volviendo de un viaje a Lima, junto a un grupo de turistas a los que estaba coordinando, recibió un mensaje que lo desestabilizó por completo. "Quebró uno de los grandes operadores turísticos del país", titulaban las noticias, en referencia al operador mayorista "TN", que anunciaba que esta situación podía representar problemas para sus empleados (él era uno de ellos) y clientes que se encontraban de viaje en ese momento.

"Yo estaba en el Paso de Jama, en la frontera entre Chile y Argentina, con un colectivo lleno de gente. Dentro de todo la saqué barata, porque tenía compañeros que andaban en lugares muy lejanos, y cada uno se la tuvo que arreglar como pudo para volver a casa", explica el tucumano Matías Albarracín, de 27 años, a poco más de un año de aquella noticia, instalado ya en tierras australianas.

Hasta allí llegó con sus valijas llenas de sueños, tras unos meses intensos y cargados de kilómetros recorridos. A raíz de la quiebra de la empresa en la que trabajaba, el "Negro" decidió darle un vuelco radical a su vida. Dejó la carrera de chef que había empezado en la escuela Patagónica, y se postuló para una beca de trabajo en Australia. Pero antes, con sus ahorros, paseó por Estados Unidos y Europa aprovechando las ventajas de "Work Away", una plataforma a través de la cual es posible hacer voluntariados, intercambiando de 4 a 5 horas de trabajo diarios, por alojamiento y comida.



De esa manera, estuvo en los Alpes italianos cocinando para un grupo de montañistas que estaba construyendo una cabaña. También vivió al frente al Palacio de Versalles, en Francia, y anduvo por Holanda, Suiza, Republica Checa y Alemania. Hasta que recibió el mail que le confirmaba que su solicitud estaba aprobada. "A partir de allí, me metí en Facebook para empezar a buscar trabajos en Australia, hasta que me puse en contacto con una persona que necesitaba cocinero para un hotel. El problema es que ellos necesitaban con urgencia, querían que me presente al otro día para una prueba, y yo todavía andaba en Europa, así que en un primer momento dije que no y esa posibilidad se cayó, pero el contacto quedó establecido, y las cosas se dieron después de una manera increíble", confiesa.

El mismo día que su gira europea llegaba al final, y se disponía a viajar a Australia a probar suerte, lo volvieron a contactar desde el hotel. "¿Podés presentarte mañana para una prueba?", le dijeron. "No, mañana no porque estaré viajando, pero pasado sí", respondió. Y en eso quedaron. Entró a Booking y reservó un lugar donde alojarse en la ciudad y, mientras estaba en una escala en Tailandia, consultó cuál era la mejor manera de llegar hasta el lugar de la prueba en transporte público. "Me contestaron que justo el dueño tenía que ir al aeropuerto a despachar un envío, que me podía buscar y llevar directamente hasta el hotel, y que podía alojarme ahí, que cancele la reserva que había hecho. Yo no podía creer cómo iban encajando las cosas", revela.



Llegó, probó y, como era de esperarse por cómo venía saliendo todo, fue seleccionado. "El lugar es realmente un paraíso, es bellísimo, pero no tenían cocinero así que solamente ofrecían papas fritas, y estaban desesperados por encontrar alguien que se haga cargo de la cocina. Con los conocimientos que aprendí en mis estudios y la experiencia de mi vida, me mandé, y empecé a animarme a ofrecer cosas nuevas", explica.

Así el menú empezó a crecer con el paso de los días y, una vez que agarró confianza, fue por más. "Me largué a hacer tortillas de papa, croquetas de arroz, hasta que un día le escribí a mi vieja y le pedí que me haga acordar la receta de las empanadas que unos meses atrás me había enseñado. Me mandó como 50 audios, y con eso empecé a probar hasta que las pude sacar". El esfuerzo valió la pena. "No sabés, se volvieron locos", cuenta orgulloso. "A mis compañeros del hotel y a los gerentes, que son los que aprueban los platos, les encantó, están fascinados, con la gente todavía cuesta un poco porque no se animan tanto a probarlas, pero los que lo hacen quedan muy contentos".

Instalado definitivamente y con el trabajo garantizado, Matías apuesta a que su experiencia australiana dure al menos tres años, el tiempo que puede llegar a extender su visa. Después, la brújula de sueños le marca Francia como destino. "Es la meca de la cocina, no quiero dejar de tener la experiencia de trabajar ahí", dice. Pero no se queda con eso. "Después, tengo la idea de restaurar una combi hippie que dejé en mi casa en Yerba Buena, y salir a recorrer América". Parecen demasiados sueños y proyectos, pero no terminan ahí. "Y una vez que haya hecho eso, tengo muy en claro lo que quiero hacer: me voy a instalar en Tucumán para hacer algo muy grande, todavía no sé muy bien qué, pero quiero devolverle a mi lugar, a mi provincia, algo de todo lo que pude aprender".