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"Me duele": la historia de una tucumana que quiere adoptar a dos niños sirios

DRAMA

La imagen de una pequeña le rompió el corazón a una madre que inició los trámites, pero se encontró con "una terrible sorpresa".

Los niños sufren el calvario en Siria y una familia tucumana quiere ayudar.





P.D. es médica, es tucumana, trata con chicos y chicas todos los días, pequeños pacientes que la conmueven a diario. Está acostumbrada a ver el dolor ajeno. Pero un día, después del trabajo, un día vio una imagen y ya no pudo sostener la mirada. “Es una niña de Siria en medio de un bombardeo. Detrás de ella, ya no hay nada. Ví sus ojos verdes y me conmovieron. A pesar de todo, también sonreía. La inocencia de los niños no mide la maldad de los grandes”, le cuenta a eltucumano.com la mujer que ya se puso en campaña para adoptar a una niña siria como la de imagen, o a dos hermanitos, lo que esté a su alcance para ayudar entre tanta guerra y muerte.

“Son imágenes que vengo viendo desde el año pasado y me dan vueltas una y otra vez. La niña que le tapa los ojos a su muñeca para que no vea el horror, el bombardeo de un hospital de niños y los cuerpos de los chicos desparramados, madres desesperadas corriendo por las calles con sus bebés en brazos, una señora ensangrentada entera… No puedo ser ajena al dolor”, explica la médica y madre de dos niños que trató el tema de adoptar un niño o dos niños con su marido y la respuesta de él la terminó de convencer: “Donde comen cuatro, comen seis”.

Alentada por su familia, P.D. fue al consulado de Siria esta tarde en la calle San Juan al 700 y se fue con una sensación de tristeza e impotencia al no recibir ayuda: “Me llevé una sorpresa terrible. Ante mi pedido de adoptar a un niño sirio me dijeron que estaba prohibido y que no creyera nada de la campaña que circula en las redes sociales. Cuando les consulté por la página de Unicef, me respondieron que eso también era mentira y que el dinero que se mandaba para ayudar a Siria, nunca llegaba a destino”.

El mal trago la llevó a la doctora a expresar su problema en las redes sociales y recibió críticas: “¿Por qué no adoptás un chico tucumano?”, “¿Por qué no te vas a la Costanera en lugar de pensar en Siria?” y una serie de cuestionamientos que P.D. respondió con otra realidad que denuncia y apunta a la burocracia para brindarle familia a un chiquito de la Sala Cuna.

“Trabajo con muchos niños que son maltratados física y psicológicamente. La burocracia no les da una familia, ellos se encargan de desalentarte. Como respondí en las críticas: ‘No es que uno uno no quiera, no te lo permiten. Muchas veces te ganan por cansancio, tengo muchas amigas que años tras años buscan adoptar y ninguna llega a buen puerto’”. Y agrega: “Cuando querés adoptar, te dicen cosas ridículas como las dimensiones de la habitación de un niño o hacen reparos en que la habitación no tiene baño propio. Un niño no necesita un palacio, necesita una familia, un papá, una mamá”.

En mayo de 2017, una familia siria completa fue recibida en Tucumán. Un grupo de familias tucumanas les prestaron un departamento a Jawdat Shaabos, a su mujer y a sus dos hijos: el padre de familia es arquitecto, consiguió trabajo y uno de los pequeños ya comenzó el jardín. Desde Refugio Humanitario Argentino detallaron que para poder ayudar a las familias sirias que desean salir de su país y llegar a la Argentina, se necesita gente dispuesta a ser “llamante”. Esto es algo necesario dentro de los requisitos para llevar adelante este proyecto.

“Voy a insistir”, dice la madre tucumana que quiere agrandar la familia. “Voy a intentar por otro lado, voy a ir a la Sirio-Libanesa y voy a ponerme en contacto con la familia siria que vive aquí, ya me dieron sus teléfonos. Soñamos con ayudar y, una vez que podamos adoptar, espero que la adaptación de los chicos a Tucumán sea la ideal: allá viven entre bombardeos, traumados, aquí los espera una familia”, cierra P.D., quien pide la reserva de sus datos para que ningún detalle entorpezca lo que se propuso cuando vio esa imagen, esos ojos verdes y ese esbozo de sonrisa a pesar del horror.