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"La conciencia ecológica se desarrolló en Tucumán mucho antes que en el resto del país"

Entrevista

En una charla con eltucumano.com, el presidente de la Fundación Proyungas, Alejandro Brown, apuntó contra los 'clichés' del discurso ambientalista contemporáneo y destacó la visión que tuvieron los hombres del centenario en relación al cuidado de los recursos naturales. También habló del temor por la fuerza de la naturaleza en la Provincia.





Alejandro Brown no da muchas vueltas para pronunciar algunas verdades incómodas alejadas de lo políticamente correcto o del sentido común de la época. Sabe que su experiencia de más de 30 años en el campo de la ecología y su trabajo como presidente de la Fundación Proyungas le confiere una cierta autoridad para hacer foco sobre algunos ‘clichés’ del discurso ambientalista contemporáneo en el que observa un cierto fundamentalismo que impide acercar posiciones para alentar el desarrollo sostenible.

Sólo para comenzar, Brown advierte que la producción y la conservación de la biodiversidad no sólo que no son contradictorias sino que se complementan. “Para que exista respeto por la naturaleza, tenemos que tener un país con estabilidad, con políticas de estado, conflictividad social acotada y confianza en las instituciones. Todo eso se logra teniendo estabilidad económica y solamente vamos a conseguirla con producción”, sostiene para introducir el tema que le lleva la vida: reconciliar a la industria con la sociedad en favor del medioambiente. Por eso, varias veces a lo largo de la charla repetirá que las grandes empresas, así como pueden generar grandes problemas, también pueden aportar soluciones a gran escala.   
Producción de limón en la finca Caspichango - Foto S.Malizia

“Más allá de que los argentinos seguimos convencidos de que nos merecemos un destino grandioso, lo cierto es que nadie está dispuesto a 'bancarnos' si no producimos. El país será viable en tanto tenga producción, recursos y estabilidad institucional”, refuerza y cuenta que recientemente brindó una charla en San Salvador de Jujuy bajo el título “La naturaleza necesita más y mejor producción” para incentivar a los empresarios a destinar recursos a la preservación de las Yungas del Norte grande.

Sin embargo, la pregunta sobre las actividades productivas que generan alto impacto ambiental se impone. “Si, totalmente. No negamos que existan, aunque también sabemos que la sociedad siempre hace una ecuación en torno a esos impactos según el beneficio que reporten. Hay consecuencias que estamos sufriendo ahora, que son evitables y que no nos cierran en la relación costo-beneficio. Pero esto tiene que ver con una análisis particular de cada actividad porque hay algunas más nocivas que otras”. 
Producción de limón en la finca Caspichango - Foto Proyungas

Puntualmente en relación a las grandes extensiones cultivadas con soja, señaladas con especial énfasis por las organizaciones ambientalistas, Brown no vacila. “Por esto digo que muchas veces terminamos dando vueltas sobre 'clichés'. En un momento es la soja, en otro los gases de la ganadería, en otro la minería o la pesca. Si nos dejamos llevar por el discurso ambientalista estamos fritos: no podemos tener ganadería porque implica un exceso energético y además porque el gas metano es culpable en buena parte del efecto invernadero; no podemos poner soja porque es transgénico y eso se supone que es malo; los agroquímicos contaminan el agua o destruyen los ecosistemas; tampoco podemos comer peces por la sobrepesca; por otra parte la minería consume el agua de los glaciares o de fuentes escasas y contamina aguas abajo entonces, ¿qué hacemos?”, preguntó para luego señalar que los cuestionamientos más fuertes provienen de una clase social media o media alta que no está dispuesta a resignar ninguna de las comodidades que ofrecen estas industrias

“Todos se quejan de la minería, pero nadie suelta el celular que lleva hilos de cobre”, resume para dar un ejemplo cercano para todos. A la hora de hacer un diagnóstico, dice que “a veces lo que falta es una mirada de la totalidad, cada uno mira un aspecto y sobre eso saca conclusiones generales, lo cual es un error”. Agrega también que el medioambiente se transformó en un tema en agenda que ofrece espacio para opiniones sin fundamentación científica, basadas solamente en la experiencia empírica.
 


Un cambio ideológico

Brown dice que gran parte de su trabajo tiene que ver con la capacidad de generar confianza en los empresarios del NOA y del NEA para que los equipos técnicos de Proyungas puedan demostrarles la potencialidad que tiene la ecoregión, identificada como la más rica de Argentina en cuanto variedad natural, cultural y productiva. 

“Muchas veces nuestra tarea es mostrarles la riqueza natural que encierran las yungas, un aspecto que no conocen porque no es la tarea a la que están abocados. Nosotros advertimos que hay muchas empresas que pueden hacer esfuerzos importantes para conservar la biodiversidad como parte de su política directa, destinando recursos económicos para mantener los bienes y servicios de la naturaleza, sea que estén o no en sus espacios productivos”, explicó. 

El desafío de los técnicos es promover formas de producción sustentables - Foto Proyungas.

En este sentido, ejemplificó que la empresa Ledesma, en Jujuy, posee 50 mil hectáreas de producción intensiva que compensa con 100 mil hectáreas de ecosistemas naturales protegidos mientras que la citrícola San Miguel, en Tucumán, destina 5 mil hectáreas a la producción intensiva y otras 6 mil a la conservación de las yungas que, según indicó el ecólogo, "están dispuestos a mantener en el tiempo" a la luz de los resultados positivos que obtuvieron. 

Entre esos logros se registran la aparición de una especie que se creía extinta –el lobito de río- en los campos de la finca Caspichango, ubicada a 13 kilómetros de Famaillá; y la apreciación de la empresa por parte de sus clientes intermedios y finales. “Cuando pensamos en clientes, hablamos de la señora que va a comprar limones o también de empresas que compran el jugo, o los aceites esenciales para elaborar sus productos y exigen una misma línea de responsabilidad empresarial para responder ante sus clientes”, ejemplificó para indicar que una gran lupa está posada sobre los modos de producción, que deberán ser cada vez más sustentables para que una empresa tenga éxito en un mercado que así lo exige. 

Monitoreo de biodiversidad en los campos de la citrícola San Miguel - Foto Proyungas.

“Hace falta un cambio desde lo ideológico que implica sacar a los empresarios de ese lugar donde los pusieron los ambientalistas y donde ellos mismos se fueron ubicando. Se les ha generado un complejo de culpa –a veces justificada, a veces no- de tal manera que durante mucho tiempo la mejor estrategia para una empresa era no comunicar nada para evitar que los bajen de un piedrazo”, graficó el experto en biodiversidad, quien propone en todo momento acercar posiciones en medio de tantos problemas que urgen encontrar soluciones.  En este sentido, privilegia el pragmatismo al señalar que “en Argentina el sector empresarial es importante tanto económica como territorialmente, de manera que no podemos pensar en proteger la naturaleza sin el sector privado adentro”.

Conscientes de que cualquier acción a gran escala precisa del empresariado es que salen a su búsqueda para implementar el programa “Paisajes Productivos Protegidos” para intervenir en zonas de alta valoración ambiental. “Hay empresas que nos buscan pero la mayoría de las veces somos nosotros los que vamos a su encuentro. Sabemos que los prejuicios van en los dos sentidos, el ambientalista que sólo va a plantear problemas y el empresario que está con ‘cola de paja’ porque piensa que algo está haciendo mal. Lo que nosotros llevamos son propuestas para trabajar en conjunto y hacer las cosas mejor”, describió tomando en cuenta su experiencia de una década traduciendo la información ecológica para la toma de decisiones gubernamentales y privadas en materia de conservación y desarrollo. 

Las cámaras trampa posibilitaron detectar al lobito de río en Famaillá - Foto Proyungas.


Tradición ecológica

Brown mira de reojo el fuerte impulso que tuvo la cuestión ecológica en los últimos años. Señala que lo que muchas veces aparece como novedad fue planteado hace más de 100 años por un grupo de políticos, industriales y técnicos tucumanos cuando estas preocupaciones ni siquiera asomaban en otros rincones del país. 

“Para el centenario de la Independencia en 1916, nuestra Provincia ofrendó a la Patria la creación de un gran parque nacional en la cadena montañosa del Aconquija”, recuerda el biólogo. Es que la industria madre de estas tierras, la azucarera, tiene una relación de dependencia absoluta con el agua, un servicio ambiental que exige cuidar las cuencas para asegurar su provisión. 

Reserva Natural Quebrada del Portugués - Foto de Alfredo Grau

“El resto de las provincias no vieron esta necesidad tan tempranamente como los tucumanos. La dependencia de las actividades productivas de los servicios ambientales produjo que se tome conciencia mucho antes de la necesidad de su cuidado. Después, los tucumanos nos perdimos en otras batallas”, lamenta. 

Brown hace hincapié en que el discurso ambiental más encarnizado se escucha con más fuerza en las provincias centrales –Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe- y resuena en las periféricas. “Ahora son esos distritos los que llevan los estandartes ambientales a costillas de las otras provincias, no de sí mismas. Cuando un porteño dice que hay que defender la naturaleza, piensa en los recursos de Tucumán, Salta, Chaco o en la Patagonia, nunca piensan en su propia naturaleza. Esto me lleva a pensar muchas veces que lo hacen como una manera de expiar sus culpas o proyectar su compromiso a través del esfuerzo de otros, no de ellos”, denunció. 

En este sentido, el especialista sostuvo que mientras Buenos Aires cuenta con muy pocas áreas protegidas, en Tucumán cada vez hay más. Sólo por mencionar algunas enumeró a San Javier, Los Sosa, La Quebrada del Portugués, Los Alisos y Santa Ana

“La provincia cuenta con estos reservorios por dos motivos: por un lado, la dependencia de la industria de los servicios ambientales y, por otro lado, porque al tener actividades poco conservadoras se vio en la necesidad de desarrollar tecnología, mano de obra especializada, crear una de las primeras universidades del país y traer especialistas del extranjero con otra visión”, repasó e indicó que “lo interesante es que todo esto no sólo forma parte del pasado sino también de la identidad de los tucumanos, que se proyecta hacia el futuro”. 

Reserva Provincial Los Sosa, camino a Tafí del Valle - Foto Proyungas.


El “anticlima” tucumano

Los tucumanos tenemos una relación contradictoria con nuestra propia naturaleza: a veces la ponderamos por su exuberancia y otras veces la denostamos por el mismo motivo. “Yo siempre digo que Tucumán es el anticlima: cuando llueve, llueve todo; cuando hace frío, hace mucho frío, es un provincia intensa desde el punto de vista climático”, dice entre risas Brown. Pero no tarda en ponerse serio para evaluar que de un tiempo a esta parte comienza a advertirse un cierto temor por la fuerza que la naturaleza puede demostrar, sobre todo en el verano con la crecida de los ríos y las consecuentes inundaciones. 

“El tucumano comenzó a tenerle miedo a la naturaleza pero lo que no se da cuenta es que la presión hubiera sido mucho más catastrófica si históricamente no hubiéramos cuidado las cuencas. Es importante transmitir tranquilidad en este sentido porque todas las cuencas tienen un nivel de protección muy bueno pero a eso no lo ve nadie, siempre pensamos que nos inundamos porque somos un desastre”, analizó. 

Reserva Provincial Río Los Sosa, camino a Tafí del Valle - Foto Proyungas.

Sobre las causas de las inundaciones que tanta amargura trajeron el año pasado, Brown responsabilizó a la falta de planificación en el pedemonte porque "el uso del territorio en la zona baja de la montaña ha sido totalmente irresponsable, sin embargo, es más fácil sacarse la responsabilidad de encima hablando sobre el estado de las cuencas o responsabilizando al cambio climático”.  

Y habiendo llegado la charla al tema del momento, el cambio climático, el ecólogo también pide equilibrio: “muchas veces se lo utiliza para difuminar responsabilidades concretas, de repente pasó a ser como la mano de dios, un fenómeno con características divinas. No voy a negar que los efectos existen y son comprobables pero hay otras cuestiones que responden a cómo estamos planificando el desarrollo de las ciudades y su infraestructura”.    

 La Angostura - Foto de Alfredo Grau.