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Los mil colores de El Rey del Achilado

¿Lo viste?

Piedras en sus anillos, luces en su parlante, ropas amarillas, rosas, blancas y negras; en las manos del vendedor de plaza San Martín una variedad de la joya de la gastronomía tucumana.





Un anillo de piedra rojiza, guarachero, en cada dedo anular, los zapatos blancos, un ambo rosa, cadenas que cuelgan del cuello y de la muñeca, un sombrero a juego con los pies y la música que lo ilustra, que acompaña su pilcha, la pilcha de un Rey: ahora suena Leo Mattioli y Miguel Ángel Banega, de 47 años, sirve una porción de achilata.

-Cómo se va a morir ese León, dice Miguel y sube el volumen del parlante que está junto a la bicicleta de carga donde lleva los baldes de achilata y de helado. Canta al cielo: -Si tu sientes que tu cuerpo necesita un buen momento ven, que aquí estaré.



Y quizás ese buen momento es un vasito de la riquísima achilata o del achilado, su creación, la mezcla de helado y achilata, que van a buscar quienes andan por la plaza San Martín, en la esquina de Chacabuco y Lavalle, donde hace dos años Miguel ubicó su puesto de venta, marcado por su impronta personal, por su onda, que hace voltear a cualquiera que ande por ahí.

-Mi origen es ser así. Yo soy así, así me visto, cuenta el vendedor que se dedica al comercio callejero desde que tenía 14 años. Y confiesa: -También es un poco por el tema de la venta. A la gente le llama la atención y le gusta la limpieza, el aseo. La gusta la música. Todo entra por los ojos.


Así como esta tarde luce un ambo rosa, en su ropero guarda otro amarillo, otro negro, otro blanco. Todos, cuenta, los compra en Las Pirámides. Lo mismo con los sombreros: tiene tangueros, americanos, Panamá que los usa a juego con el calzado.

-Antes andaba más con los sapitos, ahora estoy con esos blancos, dice y muestra los pies. A su par está el parlante que tiene luces de colores y que está conectado a una batería de auto. Ahora suena Roxette. -Yo soy mucho de los lentos, de la música romántica de los 80 y de los 90. Por supuesto también de Gari, Antonio Ríos.  Y por acá también le mandamos música moderna.


                                                                    

Y si de mezcla se trata, Miguel es un maestro creador. Dice que es el inventor del Achilado, la unión entre la achilata y el helado; todo en un mismo vaso, mitad y mitad. Aquel invento le valió el apodo del Rey del Achilado.  -Ya voy a patentarlo, se me ocurrió a mí y yo le puse el nombre.

Fiel a su estilo personal, también lo fue cuando manejaba un taxi, antes de pararse en la esquina:



Se hace de noche. Desde las 15 Miguel está vende que vende en la esquina. Se acerca un señor con 10 niños. “¿Hace descuento por delegación estudiantil?”, pregunta, bromea. Y Miguel se ríe, mientras destapa la conservadora y sirve. Detrás de los niños hay dos muchachos. Piden achilata.

-Ya no tengo, papilo, responde Miguel, quien hoy  ha vendido dos tachos de achilata y uno de helado.

Después de las diez y media de la noche, Miguel carga su puesto en una furgoneta de Ford Falcon y se va para el sur de la ciudad. A descansar, a dormir. Mañana tiene que trabajar de nuevo. Y antes de cerrar los ojos, chequear que sus prendas estén listas.