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¿Vale manzanita?: llega El Bombuchazo al Parque 9 de Julio y explota el carnaval

¡MOJE, DOÑA!

Poly Toledo y un grupo de fanáticos rescatan el ritual de la guerrita y convocan a todos a empaparse frente al Sheraton: "Hasta las señoras grandes se prenden".

Llenen las bombuchas con mucha agua, apunten ¡y tiren!





"¿Vos sabés atar manzanita?"

Una joven arreglada de punta en blanco va camino a la parada del colectivo. Un changuito sin chomba la distingue a media cuadra y abre la canilla. La joven sospecha del silencio de la siesta en Villa Mariano Moreno y mira a los costados. El changuito sin chomba cierra la canilla y le hace un nudo a la bombucha gorda de agua. La joven de punta en blanco mira llegar al colectivo que la llevará al trabajo. Pero de la nada le aparece el changuito sin chomba. "¡No!", levanta el dedo la joven. "¡Ni se te ocurra mojarme!", le advierte. El changuito sonríe, apunta y lanza la bombucha que le pega al colectivo. Ufff...

Todas las siestas eran así durante la infancia de Poly Toledo, el creador de El Bombuchazo Tucumano, el festival que reúne a cientos de personas en el parque 9 de Julio. "Hay códigos cuando se juega a la bombucha. Mojar a alguien que no está jugando es sagrado. A veces se respeta, a veces no. Pero ahora a la gente le preocupa más que le mojen el celular que la ropa y ya no se tira tanto. Por eso armé la movida del Bombuchazo y nos reunimos todos en el parque, fuimos más de 200 personas el primer año y ahora vamos a ser más, muchos más".


La historia cuenta que Bichi Toledo, el padre de Poly, tenía el único caño con salida a la calle en Villa Mariano Moreno: todos los chicos de la cuadra y alrededores iban a cargar las bombuchas ahí. "Y al frente teníamos la canchita donde jugábamos todo el día. Valía todo: baldes, botellas y hasta llenábamos de agua las cámaras de las motos", cuenta Pablo, de 25 años, quien actualmente vive en Ciudadela, otro barrio característico de Tucumán en la tradición carnavalera.

Sin embargo, la movida del Bombuchazo también nació de Poly, después de un verano que fue a pasar con su familia a Los Puestos, en Leales, y ahí vio otro tipo de carnaval que no le gustó: "La gente era muy bruta, se tiraba nieve en los ojos, y la gente grande estaba muy tomada, todo el tiempo había que estar separando peleas de borrachos. Por eso quise volver a las fuentes: un ambiente sano donde los chicos se diviertan y que los grandes no se queden atrás".

Hay miles de fotos del Bombuchazo, pero dos de ellas tienen un significado especial: en una está un changuito con chomba, Aarón, feliz de la vida metido en una conservadora llena de agua, y en la otra un chico con la pistola de agua, el que dio inicio a la guerrita familiar. 


"Habíamos convocado a todos a través del grupo Alguien sabe? Yo sé! Cargamos baldes y una fuente con bombuchas llenas para tirarnos. Pensamos que no iba a llegar nadie, pero empezaron a aparecer las motos y los autos. Hasta que el chiquito de la pistola empezó a mojar y todos se prendieron. Nos separamos en tres grupos y se armó. Hasta las señoras grande se prenden a la guerrita".

Entonces ya sabe, doña: el domingo 21 de enero a las 15 horas tiene una cita con el carnaval: cargue las bombuchas y lléguese por el parque, frente al Sheraton. Y si una joven arreglada que trabaja en el hotel quiere cruzarse, que se anime, también está invitada. Van a llover bombuchas. Que se anime. Nadie se va a enojar.