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Salieron de cacería

OPINIÓN

Un periodista tucumano residente en Buenos Aires vivió en carne propia los hechos de violencia que se registraron el lunes en el Congreso durante el debate por la Reforma Previsional.

Foto tomada de Perfil.com


Veo, ya desde casa, como entrevistan a los clientes de un bar donde comimos algo con unos amigos antes de ir a la marcha, al cual le tiraron una bomba de gas adentro, donde había gente protegiéndose.


La marcha fue increíble, multitudinaria, pero lamentablemente, siempre van a estar los violentos de deslegitiman la protesta por la que se está marchando.

En un momento, nos sentamos en la vereda de la calle Virrey Cevallos, a metros de la plaza, tomando una cerveza, esperando que llegue un amigo que estaba del otro lado de la plaza. Pasó corriendo un grupo al grito de “¡vienen para este lado! ¡vienen para este lado!”, avisando a los que estaban sobre Cevallos, generando una corrida que, poco después, cuando las motos ya iban por mitad de cuadra, comenzaron a tirar gases hacia los que estaban en la plaza.


Entraron sin importarles nada, tiraron gases, la gente corría desesperada por avenida de mayo, se amontonaba, se tropezaban, gente mayor, asustada, tratando de escapar de ese gas que quema la garganta y te deja ciego.


Un grupo intentamos de hacer que no corran, para no atropellar a los que venían adelante. Se veían volar los gases, caían desde bien alto, dejando una cola blanca. Caían uno tras otro, cada vez mas cerca, y cada vez la gente se movía más despacio, mientras que la desesperación aumenta.


Caen lejos, pero el humo llega. Caen lejos, pero el golpe metálico con el pavimento lo reconoces entre la multitud.


Veníamos agarrados del hombro con un amigo, para no separarnos. Ya nos habíamos separado de otro un par de metros mas atrás, cuando volvió para patear para atrás una de las que cayeron cerca de la boca del embudo que se había armado. La masa se mueve para adelante, mirar para atrás es imposible, el viento trae los gases de las bombas que cayeron más atrás.
 
Los primeros que tiraron ya empezaron a hacer efecto, la garganta, los ojos, todo arde, por más protección que tengas. El pañuelo deja de hacer cualquier tipo de efecto protector, respiras y el ardor te recorre la garganta, los ojos arden, pero los anteojos siguen siendo una barrera de protección. Y de repente, escuchás:
 
─“¡Cuidado, Cuidado!”



Ves para arriba ves una parábola blanca que se cierra a unos metros, entre la gente que comienza a gritar desesperada.


La nube de gas comienza a salir para todos lados, no hay forma de escaparte del ardor. Sabes que no tenes que correr, podes pisar a alguien que se haya caído adelante. Pero no podes evitarlo, todo se convierte en una marea humana que te lleva.


No tuve tiempo de mirar arriba con el siguiente grito de cuidado. Solo atiné a contraer el cuello y los hombros, esperando que algo me pegue.


Cayó a unos dos metros mío, el humo me envolvió al instante. Se me metió en la garganta y los ojos, me arranqué el pañuelo q me cubría la boca, atragantado en mi propia tos.


Dejé de poder abrir los ojos, manoteando me agarré del hombro de alguien que estaba la lado y le grité, tratando que me escuche entre los gritos “¡no veo nada amigo, te sigo!”


Me agarró del hombro y salimos para el costado, mientras corríamos, manoteando a ciegas agarré dos limones que me habían dado unas horas antes y q tenía en la mochila.


Le pasé uno al que me ayudó a salir de ahí. Lo partí al medio con los dientes y me lo refregué por la cara, tratando de aliviar el ardor.


Intenté buscar a mi amigo, nos separamos entre la primera y segunda bomba de gas, pero la policía seguía avanzando. Ya no tiraban gases por av de mayo, ahora sonaban solo las balas de goma.


Me fui para Yrigoyen, por la que estaban desconcentrando menos gente, para donde pensé que podían haber ido ellos.


Las motos se detenían en una esquina. Los veías pararse, apuntar y tiraban una, dos, tres bombas de gas, esperaban que corramos atragantados, empujándonos y a los gritos. Se iba el gas, y avanzaban bajando hacia la 9 de julio. El punto de reencuentro funcionó, después de 10 minutos estábamos los 3 ahí.


El ambiente estaba muy agitado, la gente estaba asustada, corriendo y desconcentrando para todos lados. Sobre Yrigoyen los gases llegaban hasta 9 de julio, lo cual asustaba a los manifestantes que, a diferencia de algunos violentos, fueron a protestar pacíficamente contra los ajustes de este gobierno.


Decidimos irnos, no sin antes parar un rato a tomar una cerveza fresca en ese bar, sacarse un poco el ardor de la garganta, y ver algo de lo que estaba pasando por la televisión que colgaba sobre la caja.