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El día que Mendoza fue Europa

OPINIÓN

La final de la Copa Argentina estuvo llena de momentos que parecían imposibles de ver en nuestro país.

Foto: @santimerlo88


Es viernes y el cuerpo de miles de Decanos y Millonarios lo sabe. Han llegado hasta Mendoza después de recorrer largas distancias, y aunque el grueso de las hinchadas está en camino, el centro de la ciudad luce lleno de camisetas.


Caminan por la plaza, recorren la peatonal Sarmiento, miran vidrieras, pasean, toman algo, se saludan, se divierten, se respetan.


Las imágenes, tan inéditas en este país, remiten a las transmisiones televisivas de los grandes partidos del fútbol europeo, como la final de la Champions, donde miles de hinchas de distintas ciudades confluyen en un punto neutral para vivir 90 minutos de pura intensidad.


Llega el sábado y el reloj marca las 19. Los equipos salen juntos a la cancha, con niños de la mano, con la copa en medio del pasillo. El árbitro alza la pelota y suena el himno de la FIFA. Ahora estamos en un Mundial. Los futbolistas se forman, mientras dos grupos de chicos sostienen banderas con los escudos de los equipos. Suena el himno nacional argentino, y las dos hinchadas lo corean como si fueran una.


Ahora el árbitro Fernando Rapallini marcó el círculo central y River es el campeón, hay alegría de un lado y tristeza del otro, pero en ninguno de los casos la emoción es tan intensa. Los Millonarios tienen su premio consuelo, los Decanos están más que conformes con su campaña, y una parte de cada hinchada le regala aplausos a su rival.


River alza la copa y algunos Decanos saludan, el Pulga y sus compañeros se van cabizbajos al vestuario, y la platea riverplatense los reconoce, ya no estamos ni en la Champions ni en un Mundial, parece otro planeta.


Hay que salir del estadio para emprender el regreso a casa, y aunque las parcialidades estuvieron ubicadas en puntos distintos, rápidamente se encuentran en la vereda. Caminan juntos, hay caras tristes y alegres, y hay respeto, no se dicen nada y se acompañan, hasta que llega el momento de separarse.


Nos acostumbramos a mirar eso como un imposible, y sin darnos cuenta nos demostramos que somos capaces de hacerlo.


Quizás hubiese sido distinto si el cruce era un clásico, o un enfrentamiento entre equipos con alguna pica, pero fueron ellos, Atlético y River, los que se ganaron a lo largo de la competencia el derecho a estar en la gran final, y los que demostraron que no todo está perdido, que aún se puede salvar a nuestro fútbol.