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San Martín se desvaneció y sigue sin aparecer el sabor del reencuentro

ANÁLISIS

El Santo jugó los mejores 30 minutos del campeonato, pero un penal inventado y la falta de juego del complemento volvieron a dejarlo sin el triunfo ante sus hinchas.

El Santo jugó 30' en gran nivel, pero se cayó con el empate. FOTO Prensa CASM





La previa con una Quilmes polarizada en la mano aplacó el calor del domingo y calmó por unas horas la ansiedad de los hinchas por disfrutar del famoso sabor del reencuentro: una victoria en casa. A las 18, cuando abren las cervecerías artesanales de Tucumán, por Ciudadela empezó a circular otra receta: "¡Juegue, San Martín!", clamó una silueta de porrón contra el alambrado y los jugadores del Santo, bien desde el arranque, le hicieron caso. 

Con los hinchas anclados en la barra, el equipo tomó las riendas del encuentro y le hizo el happy hour a Max, ese traidor a la República de Ciudadela: Bossio heredó el trono de Prediger y demostró cómo se juega en San Martín. El 5 trabó hasta la puerta y fue salida clara hasta que Busse lo acompañó en la ronda: salvo Galeano, el medio se sumó al toque, Vitín le sacó brilló a sus botines verdes y hasta Albarracín, el defensor de Quilmes, se contagió y metió el gol en contra

Que quede en claro: San Martín brindaba los mejores 30 minutos de todo el campeonato, hasta que el árbitro enfrió el partido y le trajeron agua. Ahí el visitante, que estaba para volverse a Quilmes con conductor designado, tomó aire. Y cuando parecía sin un peso en el bolsillo, llegó la invitación inesperada: juez, marche un penal.

Que quede bien en claro: Caneo puso el injusto 1 a 1 con un penal inventado, pero eso no disimula los mareos del fondo. La falta de comunicación ya había fallado entre Arce y Acevedo antes del empate, y volvió a pasar con Benegas: pelotas aéreas sin peligro se convierten en un karma capaz de arruinarte cualquier comienzo, por más brillante que haya sido.

Después del gol, la cerveza del segundo tiempo llegó desvanecida. Y ahí volvieron las lagunas de San Martín, que se olvidó de todo lo hecho en el inicio, e hizo agua en ataque: porque Bieler juega lindo de espaldas pero anda con la pólvora mojada, y a Gonzalo Rodríguez le faltó tirarse a la pileta cuando sintió el tirón de la camiseta. Hubo un remate del propio 18 cerca del palo y un cabezazo del Pampu ahí de la red. Pero también pudo perderlo si Acevedo no se redimía en un cruce que era gol de Quilmes.

El final de este capítulo fue una escena repetida de los últimos fines de semana en Ciudadela: con más ganas de ahogar las penas que de brindar algo por este gusto amargo por otro empate, con gusto a eso: a empate, a mitad de tabla, a sorbo tibio, caliente, a vaso contra la pared, en fin: a la bronca de no lograr el reencuentro con la gente, con estos calores, y el sabor de la victoria sin vender.