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El ‘Lui’, la ‘Mary’ y nosotros

Opinión

Las imágenes que se viralizaron y la posterior fama del infiel, pusieron de manifiesto la relatividad de los juicios, según se trate de hombres o de mujeres, y de quiénes sean esos hombres y esas mujeres.


Hace unos días se viralizó un video en el que una mujer irrumpe en un cuarto donde encuentra a su pareja en la cama con su amiga en una clara situación de infidelidad. Las imágenes circularon en las pantallas a modo de chiste que conjuga el tucumano básico y algunos valores puestos en jaque: la fidelidad y la amistad

“Me encanta verte así, Luis. Me has mentido. Vos, Mary, me la vas a pagar. Confiaba en vos Mary y en vos, Luis (...) Luis, con esto me basta y me sobra. Chau”, dice la mujer engañada, de quien no conocemos el rostro porque está filmando el escrache que luego se hizo público. Es una situación por la que a nadie le gustaría pasar pero, como las penas son ajenas, sólo basta con apretar el botón de “reenviar” para dinamitar los límites entre lo público y lo privado. Y seguir mofándose.

El circo montado a partir de las vidas y las desgracias ajenas llegó al paroxismo este fin de semana: el ahora famoso “Luis” es convocado a los boliches para hacer presentaciones en vivo. “Este sábado 28 queremos invitarlos a Boston porque traemos un invitado de lujo: el único e inimitable macho argentino y, sobre todo, tucumano, el famoso y muy renombrado Luis”, dice el presentador del local bailable en un video que circuló para atraer público al show del durlero

Ahora bien, cabe preguntarse cómo hubieran reaccionado los tucumanos si la situación se hubiera planteado a la inversa: la esposa de Luis es la que comete una infidelidad con el amigo de su pareja. Probablemente, en ese caso, no resultaría tan jocosa la escena. Claro está que si un hombre comete una infidelidad es un auténtico ejemplar de “macho argentino” pero si la situación se invierte, el chiste ya no hace gracia. Tanto menos si un amigo está involucrado. 

El caso invita a replantearnos cómo funciona nuestro sistema de valores. ¿La fidelidad, la mentira, o el engaño son considerados malos en sí mismos o depende de quién esté implicado para construir un juicio?. 

Hasta donde sabemos, en la cultura occidental, la fidelidad es un compromiso tácito en las parejas a no ser que se haya llegado a un acuerdo previo entre las partes para mantener una relación abierta en la cual involucrarse con un tercero no sea considerada un engaño. Pero si esa conversación no existe, se causa un daño a otro a sabiendas. Entonces, ¿qué es lo que se festeja en este caso?. Más aún, ¿qué festejan las mujeres que concurrieron al boliche a sacarse fotos con el ‘macho argentino’?. Al parecer, sólo refuerzan esa relatividad de valores, según el involucrado sea un hombre o una mujer, y según quién sea ese hombre y quién esa mujer. 


Respeto, sólo para algunos

Más allá del debate planteado sobre la relatividad de los juzgamientos de lo que implica la amistad y la fidelidad, según se trate de hombre y mujeres, no se puede soslayar tampoco los criterios con los que se exige respeto por la intimidad de las personas. En la última semana, además del video del ‘Lui’ y la ‘Mary’, también circuló el video de un legislador consumiendo cocaína, también “en la intimidad”. 

A los celulares llegaron varias cadenas –también a través de WhatsApp- pidiendo respeto por esa persona y por una intimidad que se había visto violentada. Quizá los mismos que reenviaron el video jocoso del ‘Lui’, presionaron el mismo botón del celular para exigir respeto –y hasta un proyecto de ley que regule las 'filtraciones'- por una situación que se hizo pública y puso en aprietos a la esfera política. 

De esto se desprende que con dos varas distintas medimos cada situación que se presenta en las redes, en los celulares, en la vida. Y así todo pasa a ser relativo: la intimidad, la fidelidad, el engaño, la mentira, la corrupción. No depende de que algo en sí sea bueno o malo sino que la condena o el aval están sujetos al lugar que ocupa el protagonista de los hechos en el tablero social. 

La hipocresía en defender discursos que no tienen correlato en acciones concretas se transforma, en definitiva, en una delgada línea que coloca a algunos del lado de quienes merecen respeto por su dignidad y del otro, a los que no la merecen, arrojando sus vidas al circo romano de las redes y los celulares.