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Karaoke de Bigotes: el bacanal de los miércoles que está de fiesta

DE FESTEJO

Uno de los bares emblemáticos de la bohemia tucumana cumple años y los festeja cantando. Alfredo Aráoz, periodista y jurado del tradicional karaoke, cuenta su historia.





"Silvia, vamos apagando las luces", pide por micrófono Mauricio Quiroga (Mao), mientras Mariano Sansierra (San) ocupa su lugar en la mesa cinco, debajo del plasma donde brilla el cancionero de Bigotes, el bacanal de cada miércoles, el karaoke más popular de la provincia que esta noche cumple tres años.

Como puede, Silvia, la encargada del Último Bar, deja la icónica barra de pino, sortea a la multitud de pie, llega al tablero, baja las luces de la cena y enciende las de las cervezas frías y sangrías. Que quede en claro: es la medianoche de un miércoles y hay más gente en las veredas de 25 de Mayo al 400 que adentro del bar, y adentro del bar hace un rato largo que las mesas y banquetas están desbordadas.

La idea nació de Mao y San, amigos de toda la vida, líderes de la ascendente banda pop Boutique, y fieles clientes del bar que siempre tuvo un fuerte lazo con la música en particular y con la bohemia tucumana en general: liturgias con Toni Molteni y Pablo Latapié, recitales acústicos de Estación Experimental, dos documentales en proceso, domingos de familia, Blue Mondays, Martes de Chisme, partidos de la Selección y hasta Ciclos de Cine con películas de los 80 han colmado las noches.



Sin embargo, nada como los miércoles. “Desde el 97 soy el dueño. Bigotes siempre fue un bar rockero con espíritu de barrio en pleno centro, con una familia de clientes que crece y también se renueva. Pero en estos 20 años, nunca se generó lo que pasa con el karaoke”, sostiene José María Espeche (Pantera), que en las noches de karaoke también se pone en la piel de cantante y ejecuta “El gato que está triste y azul”, de Roberto Carlos.

“Siempre lo definimos como un bacanal, donde puede pasar de todo. El karaoke siempre fue un clásico en todas las partes del mundo, pero aquí y en este bar pasa algo especial. No ha funcionado en otros lugares. Tiene que ver con la conducción, con la gente y sobre todo con las canciones que se eligen”, explica Mao, mientras elige su atuendo de conductor.

Nada está librado al azar: hay una lista de cantantes desesperados por brillar, grandes canciones que no pueden faltar y el Jurado Eterno conformado por notables de la barra, quienes no dudan (aún ante el habitual abucheo general) en puntuar una canción con “El primer 11 de la noche” o “Un 6, a la espera del voto secreto desde el sanatorio 9 de Julio”. ¿De qué depende la calificación? De la elección del tema y del clima en el público que genera la interpretación del mismo.

Es más: aun cuando la letra es importante, otra clave radica en la potencia del estribillo. Por ejemplo: “Yo te amo”, de Sandro, es un clásico, pero cuando el intérprete y dramaturgo Fefo González entona: “Tus labios de rubí…”, ya el aplauso es abrumador y la estrella se hace acreedor a su premio en botella o jarra. Porque hay premios: clases de canto a cargo de Diva, “La Voz de las Américas”, y viajes a una posada en San Pedro de Colalao con viáticos, pero premios, al fin y al cabo, nunca reclamados.



La lista, como la noche, no se detiene: “I've got you under my skin”, de Frank Sinatra interpretado por Nelson Urdaneta; "Obsesión", de Miguel Mateos, por Juan Cruz; "Don't speak", de No Doubt por Las Gordashian; “Intento volar”, de Ulises Bueno por Juan, “Nothing compares 2 U”, de Sinnead O’Connor por Roselyn Omaña, apenas completan una parte de los clásicos que suenan dentro del clásico de cinco horas que se celebra cada miércoles. Cuando se enciende la música. Cuando se bajan las luces.


Alfredo Aráoz es periodista y escritor. Los miércoles se desempeña como jurado en el karaoke de Bigotes.