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Demasiado tarde, otra vez

OPINIÓN

Estudiante avanzada de Ciencias Políticas, Guadalupe Carrasco analiza la percepción de la sociedad sobre las personas trans y cómo ésta repercute en casos como la muerte de Ayelén.

Ayelén. FOTO: Jorge Olmos Sgrosso


Entre libros, charlas y actividades múltiples, todos nos ponemos en la piel de alguien más durante unos segundos, al menos una vez al día. En la piel de un personaje con el que nos compenetramos, en la piel de un amigo que está sufriendo, en la piel de alguien con alguna necesidad básica insatisfecha, en la piel de un famoso al que admiramos.

¿Por cuántas pieles pasaste y nunca pasaste por la piel de una persona con problemas de género? ¿Alguna vez te pusiste a pensar durante dos segundos que se sentirá no ser como sos vos, qué se sentirá no sentir como vos?

Desde que naciste amas las mismas cosas, hayas descubierto tarde o temprano qué era lo que amabas, probablemente amas a las mismas personas, o a algunas de ellas, aunque se te hayan sumado o restado varias, y también sentís igual. Desde que naciste que odias que te maltraten o griten, y amas los abrazos y muestras de cariño. No sé bien si te gusta lo dulce o lo salado, pero estoy segura que te gusta que te regalen cualquiera de las dos.

Tu familia siempre aceptó quién eras, tus amigos aceptaron quién eras, y algunos días vos también aceptas quién sos.

La suerte es tuya, no naciste sintiéndote de una manera y siendo físicamente no correspondido. No tenés problemas de género, y sabes que amas al sexo opuesto.

Problemas de género y de sexualidad, problemas porque para los demás son un problema. Incomodan y resultan tabú, en mayor o menor medida, porque no está naturalizado todavía, como si fuese un fenómeno o algo por lo que asustarse. Año 2017 y todavía las personas pretenden imponer formas de sentir y formas de ser a los demás.

La misión de los trans en el mundo no es que los demás aceptemos algo diferente, su misión es ser felices.

Las estadísticas, certeras o no, siempre asustan y dan alarmas. Volvimos a la comunidad LGBT en mártir de nuestro pensamiento retrógrado.

Intentando hilar algún pensamiento que me lleve a algún lado, pasada alguna edad me di cuenta de que empecé a acumular cosas. En mi cuarto, en mi historia, en mi lista interminable de errores. Me volví una especialista en acumular desaciertos, para conmigo, para con los demás. 

Durante un tiempo no entendí la gravedad de mis errores y no veía relación alguna entre cómo afectaría un dicho mío a alguien que no lo escuchó, o que no es ofendido por lo que dije.

Afecta y repercute.

Ser trans es SER. La discusión no está en si es hombre o mujer. Vos no sos nadie para determinar qué o quién es otra persona.

No acumules chistes inocentes, ni acumules espantos por alguien que es diferente, no acumules más desaciertos de los que ya hay en el mundo.

Hoy todos le debemos un poco a cada persona trans discriminada o asesinada. Llámese Ayelen, llámese Juan, sea quien sea.

No quiero deberles más, no quiero que sufran más. No me importa a quien decidan amar o cómo se quieran vestir.

Hoy ya es demasiado tarde otra vez. Hoy ya hay otra víctima. 

No estar en guerra no significa estar en paz. No hacer daño no es suficiente.