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Ni Emilios, ni Sofías

Opinión

La abogada feminista Soledad Deza analiza el proceso que atraviesa el Gymnasium para inscribir niñas en el establecimiento educativo que depende de la UNT.

Rousseau abordó la Ilustración como un asunto "de hombres". Obra: La batalla por el consistorio, Jean-Victor Schnetz.


En el siglo XVIII Rousseau justificaba su misoginia argumentando que no era la República la que había dejado fuera a las mujeres como ciudadanas, sino la propia “naturaleza” que, al dotarnos de emociones en exceso y bajas pasiones incontrolables, nos inhabilitaba para la escena pública.  Con esta apelación a supuestos dotes "naturales" y designios no divinos –la Ilustración no se lo hubiera permitido-  pero si incuestionables, se sellaba el contrato social que en su férrea división público-privado confinaría a las mujeres a la esfera doméstica para que hagamos aquello para lo habíamos nacido: cuidar niños, agradar a los maridos y reproducir la sociedad. No en vano desde el feminismo Carol Pateman le llama “contrato sexual” a ese pacto político entre caballeros para subordinar y servirse de las mujeres.

Afortunadamente ha corrido agua bajo el puente y la demanda central del feminismo ilustrado, acceder a la educación, se encuentra saldada. Las mujeres logramos que se quiten las barreras que nos impidieron durante siglos acceder al conocimiento, pudimos acceder a todos los niveles de educación formal y hasta logramos generar nuestros propios ingresos. Sabía Mary Wollstonecraft, hace siglos, que era la educación lo que nos libraría de la tutela del varón. No al vicio enseña Amalia Valcárcel que “el feminismo es el hijo no querido de la Ilustración”.

El feminismo se organizó para conquistar derechos –sí, digo conquistar porque no nos regalaron ninguno- y conformó un movimiento que es praxis y es teoría a la vez.  Ese movimiento es el que se retuerce frente a un Colegio Universitario de Tucumán que se precia de ser la progresía intelectual de la provincia –la “elite”- y se opone al ingreso de mujeres. Les preocupa, como también le preocupó a Rousseau, su "esencia”. Perderán su esencia declararon algunos alumnos. También los sectores fundamentalistas religiosos hablan de “esencia” y “naturaleza” para llamar a conservar el status quo que se resquebraja frente a la “ideología de género”.

La pelota ha echado rodar en esa cancha del Colegio que tanto temen perder, en esos espacios "de varones", donde hacen cosas "de varones" que los ponen a salvo. El Banquete Ateniense pasó de moda muchachos. Quizás no sea tan malo "aprender crochet" como se queja un alumno en las redes sociales, incluso quizás aprendan que las mujeres sabemos más cosas que crochet.

Volviendo a Wallstonecraft que respondia a Rousseau “Respetable visionario, tu paraíso pronto será violado por un huésped inesperado”, restan hoy dos reflexiones. Mucha auto-crítica del cuerpo docente que no dinamitó los pilares de esa misoginia y permitió se disfrace con el ropaje de “tradición”. Y resta también por ver si es la Justicia –una señora, una mujer, una mamá, una “otra” en cualquier caso- la que debe ordenarles hacer lo correcto o si se llaman solitos a la reflexión. Después de todo “varón bonito es el que cuestiona sus privilegios”.

En pleno siglo XXI estos pataleos no sorprenden, alertan. Pero de algo estoy segura: no importa cuántos “Emilios” quieran ser estos chicos de la G, las mujeres no queremos más “Sofias”.