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Tucumán Late: Una iniciativa valiosa, pero que debería ser más tucumana

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Con un maestro de ceremonia con tonada rioplatense, el festival financiado por la Provincia ofreció espectáculos gratuitos y de primer nivel durante tres largas jornadas, pero que perdió la esencia popular al impedir el ingreso con comida propia.

Qué pena. La señora había preparado unos sanguchitos en su casa para comer junto a sus hijos en el Festival Tucumán Late, pero en la puerta no se los dejaron pasar.  

Lo mismo le ocurrió al señor que compró una gaseosa familiar y que la llevó hasta la puerta dentro de la bolsa del súper: “Sólo mate, ninguna otra bebida”, le dijeron en el control de la organización.  

Vaya a saber si estas familias tenían dinero para comprar la comida y las bebidas que vendían adentro. A juzgar por sus preparativos previos y por el empeño en cuidar el peso, no.


En un festival de acceso gratuito y libre, financiado por completo por el Gobierno de la Provincia, muchas familias de los sectores populares llegaron al Hipódromo y tuvieron que dejar en la puerta lo que habían preparado para pasar la tarde. No se cuidó su bolsillo. Ojalá que el próximo año lo tengan en cuenta.

Y ojalá que la niñita que no dejaron pasar con el algodón no se haya sentido culpable por algo.

Fue horrible también cómo revisaron las carteras a las señoras, como si fueran mecheras ¿Con qué necesidad de exponer a una mamá delante de sus hijos a un control policial?

Hay muchos motivos para aplaudir un festival como el Tucumán Late: las bandas, los payasos, los tres días de fiesta, las piruetas en el aire para quienes miraban con ojos de niños fascinados las acrobacias aéras a cargo de 28 tucumanos, la entrada gratuita, los juegos para niños, los festejos al aire libre… que siga todos los años y muchas veces por año. El esparcimiento es necesario para la felicidad del pueblo: más de 200.000 personas pasaron en estos tres días.


Es una propuesta buenísima, muy necesaria para que todos tengan el acceso a espectáculos que de otra manera no podrían tenerlo: bailamos, nos divertirnos, cantamos. Felicitaciones por eso. Ojalá se siga ese camino con productores y gestores culturales locales, que los hay muy buenos. Basta solamente con recordar el Pulsudo

Pero como siempre es bueno mejorar, quizás se podrían reveer algunos puntos: como la banda de afuera que trajeron para que haga covers de Gilda. Tantas que hay acá.

Como el maestro de ceremonias: un joven con tonada rioplatense, muy marcada, que se refería al público como “ustedes, los tucumanos” y se sorprendía de cualquier cotidianeidad local, algo que contrasta hasta con el nombre del festival. Tan bien que lo habían hecho “El Chipi” Merino, el “Tucu” López, María Belén Pereyra Colombano, Silvina Saleme Posleman y Oscar Mazza durante los festejos municipales, provinciales y nacionales por el 9 de Julio.  ¿Por qué no ellos u otros de acá?

Como las filas: más de una hora y media de espera para los juegos inflables y para el domo. ¿Se podría haber pensado algún método más ágil que amontonar y hacer esperar a la gente? Señores grandes, padres con cochecitos, jóvenes con ganas de ir a bailar. Suficiente ya tenemos con el Banco Nación y en la Anses.

Como la ubicación de los fuegos artificiales: En la pantalla se veían hermosos, pero quienes estaban frente al escenario sólo vieron las chispistas de color que volaron más altas.

Como los tiquets: Para comprar bebidas y comidas, había que hacer dos filas. En una se pagaba y en la otra se pedía. Fueron días muy lindos como para pasarse esperando.

Y hay un detalle importante, por la belleza de la imágen final. La mujer volando con la bandera argentina (bellísima, increíble, mágica) pero acompañada con una canción en inglés de Katy Perry, digna de un reality show, no aporta al orgullo.

Una fiesta hermosa, pero que podría ser más de acá.