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Carta al cielo para mi padre

día del padre

Líneas de Mariela, hija del periodista fallecido Rubén Barrionuevo.





Por Mariela Barrionuevo. 

Hablo aquí sobre mi padre, con motivo de acercarse ésta fecha tan cara a los sentimientos como es el “Día del Padre”. Rubén Roberto Barrionuevo, “Barrio” para los amigos, era mi viejo, y yo su única hija, les costó quedar embarazados de mí, y me había elegido mil nombres, pero cuando le dijeron es una nena! decidió homenajear a mi madre y me puso su nombre María Elena, pero siempre fui su “Marielita”.

Confieso que nuestros domingos eran los días martes, porque era su único día de descanso, siempre trabajó de lunes a lunes, pero los martes en las tardes eran míos, sólo míos.

Periodista apasionado, tanto que le gustaba festejarse más el “Día del Periodista” que su cumpleaños allá por el mes de Marzo. Jefe de Prensa en la Municipalidad de San Miguel de Tucumán por más de 40 años y también  Jefe de Redacción en el diario “La Gaceta”. Un tipo verborrágico, pasional y frontal, así lo describieron sus amigos en la crónica de su muerte.

Hace un par de años a mediados de un cálido Mayo, una mañana apartó de la cabecera de su cama el diario “La Gaceta” su amado diario, aquel en el que tantos años escribió, y creo que esa mañana comprendí, cuando no la quiso leer, que era el comienzo del fin. Se dejó morir inesperadamente en los brazos de su nieto mayor, Francisco, una siesta de un 15 de mayo de 2015. Y desde ese día todo en nuestras  vidas, todo ha cambiad. Se fueron con el nuestras largas charlas de café, donde analizaba puntillosa y apasionadamente la actualidad de nuestro país y el mundo!

Un libro abierto el viejo, recuerdo que llegaba yo a su casa y lo encontraba leyendo los diarios del mundo, manejaba el francés con una exquisitez única, te la contaba como un cuentito, esos que yo les cuento a mis pequeños en el jardín.

Su amado diario tituló el día de su partida “La Gaceta llora a su último autodidacta” y yo desde ese día lloro al hombre que dejó su vida en su trabajo, que abrazó su profesión con pasión, al que  supo educarme en los valores de honestidad, amabilidad y generosidad. Mis hijos al abuelo regalón y cariñoso, al único que tuvieron, mi madre al amor de su vida.

El “Día del Padre” no estarás viejo querido. Y sí, por estos lares se te extraña mucho, se extraña tu mirada objetiva, tus explicaciones sencillas a cosas difícilísimas, esa paciencia para explicarnos lo que simplemente no tiene explicación. Dejaste tu seriedad y tu voz en Francisco, y tu sonrisa en Federico y Felicitas y en mi mirada te quedaste para siempre.

Por aquí, desde que te fuiste, te llevo como dice la zamba, como un tizón encendido, tu sombra viene conmigo, llevándote por mis caminos como un abrojo prendido a mi guitarrear y así se deshilacha el recuerdo sabiendo que estás muy lejos y que ya no volverás…

Y  de vez en cuando transformo “El Consejo Maternal” de Olegario V. Andrade y recuerdo cuando me lo declamabas “llama siempre a tu Padre que vendrá muerto o vivo, si está en la tierra a compartir tus penas y si no a consolarte desde arriba y es así que cuando como hoy  la suerte ruda, perturba de mi hogar la calma, invoco el nombre de mi amado Padre y siento… siento que se me ensancha el alma”

¡Gracias Papá!