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Fabián y Rodrigo, el amor en una familia homoparental

DIA DEL PADRE

El papá es profesor universitario, soltero y gay. El hijo estuvo en un hogar para niños sin familia. Y ahora, adopción de por medio, están juntos.




Fabián Vera del Barco tiene 46 años, es profesor universitario, soltero, gay y militante por los derechos de las minorías sexuales.

Hace cinco años adoptó a Rodrigo, un niño que en 2011, a sus diez años, pasaba los días en un hogar para chicos sin familia en Uribelarrea, un pueblito de las afueras de la provincia de Buenos Aires.

“Ahora que están más calmadas algunas las ideas conservadoras que decían que los gays íbamos a degenerar a los niños y esas cosas, se puede ver que pasó al revés: aumentaron las familias y los cuidados a los chicos”, dice Fabián, el primer padre de una familia homoparental en Tucumán.

“Nadie sabe cómo ser papá el primer día. No hay manual y si lo hubiera sería mentiroso. Hace un tiempo, en un colectivo nos vinimos  desde Retiro para Tucumán, los dos, Rodri y yo.  Nació entonces un pacto de amarnos. De amarnos, cuidarnos entre nosotros, para armar la familia que ninguno de los dos tenía”


Rodrigo es su único hijo. Recuerda que el primer día que se vieron, le llevó una bolsa de caramelos. El niño la tomó, sacó uno y se lo convidó. Luego conversaron un poco y todos miraban asombrados: Rodrigo tiene una discapacidad intelectual y hasta entonces casi nadie le conocía la voz.

“Los chicos también te eligen. Ese día nos adoptamos”, sostiene Fabián quien hoy celebrará el día del padre junto a su papá, su familia biológica y, claro, junto a su hijo.

-Te voy a hacer un dibujo de regalo-, le promete el adolescente, quien el viernes cumplirá 16 años, mientras almuerzan. El pidió una pizzeta, su papá pollo con ensalada. Comparten una gaseosa grande para los dos.  

-Bueno, mirá que va a agarrar un ataque si me despierto y no está- le bromea el papá. Luego le pide que deje la tablet y que coma.

Rodrigo miraba un video donde había un tren con vagones de colores. “Le gustan mucho los trenes”, dice su papá, quien para llegar a estar con él recorrió un camino largo y, luego de algunas negativas en los juzgados tucumanos, encontró una estación certera en Lomas de Zamora en el camino de la adopción.

Desde que tiene casa en Tucumán, Rodrigo mejoró la fluidez del habla. Hoy asiste a la escuela especial SanTarsicio, le gusta jugar con la tablet, hace gimnasia, lo trata una fonoaudióloga y tiene un padre que regaña si dejó desordenada la habitación.

“El otro día me dijo que en la escuela había chicas muy lindas. Yo le dije vení, contame”, relata Fabián, como si aquella charla hubiera tenido el tono en que conversan los amigos.

La sensibilidad de Fabián está acompañada por un argumentos intelectuales que lo explican también a él mismo: “Para mí es una reivindicación existencial criar una persona que manifiesta heterosexualidad, después de todas las que tuve que pasar a contrapelo por mi elección sexual. Es un placer enorme tener este aprendizaje con él”.


La parte superior de la cabeza de Rodrigo está cubierta de pequeños rulos negros. Y, en estos días, bajo la nariz tiene unas ampollitas por una alergia que le causó el frío. “Soy muy obsesivo con el cuidado. No se enferma casi nunca, por suerte. Cuando le encontré piojos, llegué a la farmacia desesperado”, cuenta y en la última palabra abrió las manos como si algo terrible hubiera sucedido.

Rodrigo ya terminó su pizza y vuelve a agarrar la tablet. Ahora entra en el canal de Youtube de Fabián y muestra un video donde aparecen, una tras otra, fotos de los dos juntos.

En una de las imágenes se lo ve a él con el pelito corto y cargando una mochila -lo único que tenía en su vida- antes de subirse al colectivo que lo trajo a Tucumán. En otra aparece junto a la heladera que tiene una calcomanía gigante del Hombre Araña. “¡El hombre araña!”, dice cuando aparece. También hay una foto muy chistosa donde tiene broches en los pies.  La canción que acompaña las imágenes dice: “Yo me siento al fin feliz, la tristeza no es para mí”.

A los pocos días que Rodrigo llegó a Tucumán, Fabián empezó a compartir con él su gusto por los peces. Armaron una pecera, fueron a comprar pescaditos, los vieron crecer juntos.

Fabián cría solo a su hijo. Entre alguna de sus cualidades como padre, dice ser muy atento al control de la limpieza, la ropa, el dormitorio: “Creo que vamos rompiendo los moldes que establecen que los chicos necesitan de un papá y una mamá, donde cada uno tiene que cumplir determinado rol, distinto y complementario. Mirá mi caso sin ir más lejos: aparece un padre gay y se rompen todos los esquemas”. 

Agrega: “La familia no es una construcción biológica. De donde venía Rodri no tenía familia, ni posibilidades que lo cuiden. Y ahora aquí estamos los dos”.

Y ahora ahí están los dos, familia.