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Taficeñ@s, somos el pueblo que supo ser ciudad

OPINIÓN

Vanos espejismos del pasado se encuentran con un presente que mira de reojo al futuro.

Taficeña soy, señores, alimentada de alegrías, penas y experiencias; mi tierra es el pueblo del limón hecho ciudad sin perder su esencia. Tafí Viejo es recuerdo, es la huella en Tucumán, es la ciudad desconocida pero que a todos intriga. Es la eterna sonrisa de la anciana en la casa, es el mate a las 10 de la mañana y el enojo del madrugador al no tener un negocio abierto a las 8. Es el gigante caído; es la capital del limón sin limón; es el aroma de los naranjales y el aire fresco de las siestas.

El tren fue todo. El representante principal de la fuente laboral, el impulsor de las industrias de nuestra república, pero quedó como un monstruo olvidado que aún se resiste a morir y que envuelve miles de relatos de hombres que entre sus manos guardan el recuerdo del carbón de las grandes herramientas que poco a poco consumieron sus vidas.





Tafí viajó recorriendo los pequeños rincones del planeta a través de sus personajes. Es la historia del hombre que donó su riñón para salvar a su amor; es la fantasía del loco “Lililo” que cree ser Batistuta, la famosa Nina Velárdez enamorada de los verdes cerros que protegía con todo su ser y al airoso y reconocido pintor Atilio, quien siempre para pintar sostiene un cigarro en su mano y de esa forma hace magia. Él sabe que combinar la pintura y el talento, con la experiencia y el amor generan una obra magistral. 





Nuestra Fiesta Nacional de Limón se impone como una de las celebraciones más importantes del norte argentino. Somos dueños de una propuesta diferente, donde se combina la musica, los sabores y el respeto para nuestro limoneros. 

Es icono de tradición; es la cuna de los deportistas, artistas e intelectuales que nacen sin nada y se mueren convertidos en estrellas. De aquí surge el talento y, como muchos no lo comprenden, dirán que nosotros fanfarroneamos ¡Araca!

Vivir en este suelo es estar entre el paraíso y el infierno, entre el circo y el velorio; es sufrir en el eterno olvido de los ancianos que formaron esta ciudad. Al pasear por sus calles se puede percibir ese perfume a nostalgia de un pueblo que parece ser ajeno a los demás.

También es el chiste del día, es el grotesco sentido de la palabra “ciudad”, es el colmo del común habitante de nuestro país. La música del vecino es nuestro despertador;  el dilema del día es el encuentro con el agua y nuestro fiel enemigo es la SAT. Somos familia sin compartir la sangre porque todos nos conocemos y todos somos el clavo para el otro. Somos el campo para los del “centro”, lo que significa llegar 30 minutos tarde, pero no nos hacemos drama. 




Añejo y agridulce Tafí, que no cambia y no queremos que lo haga; eres cultura, eres sangre y melancolía, y por eso nuestro amor es ambivalente.