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DJ Beto Germanó, el tucumano que atesora más de cuatro mil vinilos

ARTISTAS DE ACÁ

Empezó bailando tango en un taller de verano y no tardó en enamorarse de todas las posibilidades de expresión que ofrece. Ahora, rescata del olvido los discos que son "una rebelión a los tiempos modernos".

Foto: Gentileza Sofía Auvieux





Hay un recuerdo que Alberto “Beto” Germanó (39) guarda en su memoria. Es el de los viajes en auto con su papá escuchando tango. En ese momento, reconoce, no podía apreciar esa música nacida en el Río de la Plata que más tarde se convertiría en su pasión, primero como bailarín, luego como coleccionista de vinilos y finalmente como DJ de “La Vinilomilonga”, la gira europea que lo tendrá lejos de casa hasta el mes de junio. 
Cuando me encuentro con Beto, está preparando todo para el viaje que iniciará en abril. Más de cuatro mil vinilos están cuidadosamente acomodados en cajas pero sólo algunos de ellos cruzarán el Atlántico para musicalizar milongas en España, Francia, Inglaterra, Escocia, Bélgica, Alemania, Holanda e Italia. Es que el tango, explica con conocimiento de causa, no tiene fronteras si es que existe el sentimiento.
Hace más de 15 años, llegó a un taller por pedido de un profesor que tenía muchas alumnas pero pocos varones para oficiar de pareja de baile. Desde entonces, nunca más dejó de bailar y de interiorizarse sobre esa música que define como universal.  “De grande, me empecé a  interesar por la música, por la historia, por la poesía que tiene el tango”, dice Beto convencido también de que el tango y los vinilos que colecciona en el último piso de la casa que pronto dejará son  “una rebelión a los tiempos actuales”.
“Hoy estamos acostumbrados a relacionarnos a través de las redes, de un mensaje, de una llamada pero el contacto entre las personas, se va perdiendo”, analiza. “El tango es la única danza que se baila abrazados con todo el cuerpo. Al que empieza le resulta extraño pero tiene eso de volver al contacto, te ayuda a abrir la cabeza y a vencer prejuicios”, explica luego de haber recorrido todo el país con su caja de música y el tatuaje de un vinilo en su brazo derecho que le recuerda que el tango es el camino que eligió para toda la vida.    
“Así como lo fue el rock en su momento, el tango para mi hoy representa al rebelión de tomar cosas que se han perdido y que eran valiosas. El consumismo te lleva a creer que todo lo nuevo es lo mejor. Pero hay cosas de antes que eran mejores. Así pasó con el vinilo: cuando apareció el cd muchas personas tiraron todos sus discos a la calle”, recuerda.
La magia del vinilo
En la charla, Beto dice varias veces que desde que dedicó su vida al tango, en el camino tuvo algunas revelaciones que le indicaron por dónde seguir. Luego de varios años bailando y enseñando a bailar tango, comenzó a organizar milongas en las que oficiaba como DJ. Lo hizo en Tucumán y luego en distintas provincias donde era invitado.
La música lo llevó una vez hasta un festival de Tango en Río Cuarto, donde conoció a un viejo tanguero oriundo de Comodoro Rivadavia que le mostró una caja mágica. “Para mí era algo nuevo, sólo de verla me gustó muchísimo porque es algo que se fabrica ahora para poner los discos de otros tiempos. Escuchar el sonido de la púa cuando va recorriendo el disco, ese chisporroteo, es algo único”, expresa Beto mientras se levanta a poner un vinilo de la orquesta de Juan D’Arienzo, uno de sus compositores preferidos. “Ahí fue que me di cuenta que la fidelidad del sonido también era muy importante para las milongas: la gente baila más cuando la música proviene de vinilos”.
Entre las razones por las que la gente sale a la pista, Beto menciona que el sonido de una orquesta en vivo y el de un vinilo son equiparables porque la grabación se hace de manera analógica. Eso no sucede en un disco compacto y mucho menos en un MP3 que se baja de Internet.
“La orquesta de tango tiene una fila de violín, otra de bandoneón, un piano y un contrabajo. En el vinilo se puede sentir el volumen de los instrumentos, la distancia y la profundidad. Uno puede sentir que los bandoneones están adelante mientras que los violines están sonando atrás. En el compact todo los sonidos están en el mismo nivel, es chato”, explica con una templanza que tal vez aprendió de tantas horas escuchando la sabiduría de las letras de tango.

Hay un recuerdo que Alberto “Beto” Germanó (39) guarda en su memoria. Es el de los viajes en auto con su papá escuchando tango. En ese momento, reconoce, no podía apreciar esa música nacida en el Río de la Plata que más tarde se convertiría en su pasión, primero como bailarín, luego como coleccionista de vinilos y finalmente como DJ de “La Vinilomilonga”, la gira europea que lo tendrá lejos de casa hasta el mes de junio.

Cuando me encuentro con Beto, está preparando todo para el viaje que iniciará en abril. Más de cuatro mil vinilos están cuidadosamente acomodados en cajas pero sólo algunos de ellos cruzarán el Atlántico para musicalizar milongas en España, Francia, Inglaterra, Escocia, Bélgica, Alemania, Holanda e Italia. Es que el tango, explica con conocimiento de causa, no tiene fronteras si es que existe el sentimiento.

Hace más de 15 años, llegó a un taller por pedido de un profesor que tenía muchas alumnas pero pocos varones para oficiar de pareja de baile. Desde entonces, nunca más dejó de bailar y de interiorizarse sobre esa música que define como universal.  “De grande, me empecé a interesar por la música, por la historia, por la poesía que tiene el tango”, dice Beto convencido también de que el tango y los vinilos que colecciona en el último piso de la casa que pronto dejará son  “una rebelión a los tiempos actuales”.

“Hoy estamos acostumbrados a relacionarnos a través de las redes, de un mensaje, de una llamada pero el contacto entre las personas, se va perdiendo”, analiza. “El tango es la única danza que se baila abrazados con todo el cuerpo. Al que empieza le resulta extraño pero tiene eso de volver al contacto, te ayuda a abrir la cabeza y a vencer prejuicios”, explica luego de haber recorrido todo el país con su caja de música y el tatuaje de un vinilo en su brazo derecho que le recuerda que el tango es el camino que eligió para toda la vida. 

“Así como lo fue el rock en su momento, el tango para mi hoy representa al rebelión de tomar cosas que se han perdido y que eran valiosas. El consumismo te lleva a creer que todo lo nuevo es lo mejor. Pero hay cosas de antes que eran mejores. Así pasó con el vinilo: cuando apareció el cd muchas personas tiraron todos sus discos a la calle”, recuerda.



La magia del vinilo

En la charla, Beto dice varias veces que desde que dedicó su vida al tango, en el camino tuvo algunas revelaciones que le indicaron por dónde seguir. Luego de varios años bailando y enseñando a bailar tango, comenzó a organizar milongas en las que oficiaba como DJ. Lo hizo en Tucumán y luego en distintas provincias donde era invitado.

La música lo llevó una vez hasta un festival de Tango en Río Cuarto, donde conoció a un viejo tanguero oriundo de Comodoro Rivadavia que le mostró una caja mágica. “Para mí era algo nuevo, sólo de verla me gustó muchísimo porque es algo que se fabrica ahora para poner los discos de otros tiempos. Escuchar el sonido de la púa cuando va recorriendo el disco, ese chisporroteo, es algo único”, expresa Beto mientras se levanta a poner un vinilo de la orquesta de Juan D’Arienzo, uno de sus compositores preferidos. “Ahí fue que me di cuenta que la fidelidad del sonido también era muy importante para las milongas: la gente baila más cuando la música proviene de vinilos”.

Entre las razones por las que la gente sale a la pista, Beto menciona que el sonido de una orquesta en vivo y el de un vinilo son equiparables porque la grabación se hace de manera analógica. Eso no sucede en un disco compacto y mucho menos en un MP3 que se baja de Internet.

“La orquesta de tango tiene una fila de violín, otra de bandoneón, un piano y un contrabajo. En el vinilo se puede sentir el volumen de los instrumentos, la distancia y la profundidad. Uno puede sentir que los bandoneones están adelante mientras que los violines están sonando atrás. En el compact todo los sonidos están en el mismo nivel, es chato”, explica con una templanza que tal vez aprendió de tantas horas escuchando la sabiduría de las letras de tango.