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Recorre el mapa de Tucumán de punta a punta

VIAJERO

¿Por qué Monteros tiene tantos postes? ¿Por qué te hierve la sangre cuando bailás en Lules? ¿Por qué los bandeños arman ranchadas entre ramas caídas? Nicolás Salvi lo sabe todo. Galería de fotos.




“Los tucumanos no aprecian la provincia que tienen”
Nació en el sur y vino a estudiar en la UNT. Desde 2014, recorre las rutas locales de punta a punta. Solo le faltan un par de ciudades para completar el mapa.
Nicolás Salvi vive en la provincia desde 2011. Aquí estudia Abogacía y trabaja de periodista. Después de vivir en Las Grutas y Las Termas, decidió quedarse a vivir en Tucumán. ¿Por qué? “Porque tolero el calor y los bichos, porque me gusta mucho la gente del norte pero principalmente porque amo esta provincia”. Desde 2014, de hecho, la recorre de punta a punta.
Empezó primero recorriendo la ciudad y sus barrios, después el conurbano y después pueblo por pueblo, viendo qué había, a dónde se podía comer, beber y salir; con quién se podía conversar, qué historias había para relatar en sus crónicas.
“Vengo de Río Negro, una provincia gigante, pero a mí siempre me gustó viajar. Descubrí que por Tucumán era sencillo porque, al ser pequeña, me resultaba fácil recorrerla en auto”, relata Salvi.
El modus operandi es sencillo: cuando tiene una tarde libre agarra un mapa, marca el lugar al que desea ir, enciende el auto y va. Lleva el celular para sacar alguna foto y subirla a Instagram y “si hay suerte” charla con los lugareños de la ciudad o pueblo, pregunta qué hacen, cómo viven, qué les gusta hacer.
Viaja solo, salvo cuando algún amigo le pide que le haga un tour por algún lugar que ya conoce, aunque no le gusta repetir destinos. Le atraen más los paisajes urbanos que los rurales aunque admite que, debido a que viene del mar, le fascinan más las montañas.
“El mismo tucumano no tiene mucho aprecio por su provincia, no se dan cuenta del lugar en el que viven, en el que cada uno de los puntos del mapa es un mundo por descubrir. No todo es Valles, hay hermosos lugares en otros puntos de la provincia”, asegura Salvi.
Tesoros escondidos
Salvo La Ciudacita (y el camino hasta allí), la ciudad de Burruyacú, Chuschagasta y alguno que otro paraje, ha recorrido todos y cada uno de los pueblos que componen Tucumán. Fue a Ranchillos, pero no era carnaval, con lo cual podría decirse que tampoco conoce Ranchillos.
El Este de Tucumán, por ejemplo. “Leales, Cruz Alta y Burruyacú plantean de una manera única cerros chicos y mucho verde trastocados por el olor de los ingenios y el paisaje industrial. Es una experiencia enriquecedora más que como turista, como viajero. Además, si vas desde Capital, atravesar La Banda y Alderetes también es único. Allí, por su extensión, no puede esconderse lo que no quiere que se vea como en San Miguel, que los barrios están lejos del centro. Allí está todo a la vista, todo lo que sucede está ahí”, agrega el viajero.
La tucumanidad
En el Sur, de una impronta más histórica, se puede ver el Camino Real. Pero la historia no es todo: cada vez que tiene un rato libre y puede darse una escapada, Nicolás va a La Estrella, una confitería en el centro de Concepción que, asegura, “tiene unas masitas tremendas y se come el mejor imperial ruso con un excelente café”. El estilo francés otorgado por la influencia de los Rougés y las familias propietarias de ingenios cierran este paisaje urbano pintoresco.
Nicolás Salvi sabe, por ejemplo, por qué Monteros tiene tanta fiesta (un bar cada dos cuadras) y tantos postes (“la gente de ahí dice que sirve para sostener borrachos”) y ha vivido en carne propia el dicho “Cómo me ‘irve’ la sangre cuando bailo en Lules”.
Además, opina que Famaillá es sumamente particular: “Cuando llegué ahí no esperaba encontrarme con un Cabildo, con superhéroes, con la fachada del cementerio replicando la Plaza de San Pedro, con la fiesta de los mellizos y con la paradoja de que la ciudad de las réplicas esté gobernada por mellizos”.
Unos días después de las inundaciones, el viajero fue a recorrer La Banda y Lastenia. Comentó que “en el centro se había caído un tronco y un grupo de gente se había reunido para cortarlo y sacarlo de la calle. Como ya estaban reunidos, armaron un baile al costado del árbol con choripaneada y todo”. 
“Me gusta el dialecto y la personalidad del tucumano, que es divertido, simpático, es de encontrarle las maldades a la gente, el lado oscuro de los seres humanos.”
Más vale bueno conocido
“Ya sé que muchos tucumanos se han cansado de ir a San Pedro de Colalao, pero a mí me encanta. También Villa Nougués, El Siambón, Tafí del Valle, Amaicha, Ampimpa, Colalao del Valle. Son más conocidos pero no dejan de ser hermosos destinos”, agrega.

Nicolás Salvi nació en Río Negro, pero vive en Tucumán desde 2011, donde estudia Abogacía y trabaja de periodista. Después de pasar por Las Grutas y Las Termas, decidió quedarse a vivir en la provincia. ¿Por qué? “Porque tolero el calor y los bichos, porque me gusta mucho la gente del norte pero principalmente porque amo este lugar”. Desde 2014, de hecho, recorre el mapa de punta a punta.

Empezó primero recorriendo la ciudad y sus barrios, después el conurbano y después pueblo por pueblo, viendo qué había, a dónde se podía comer, beber y salir; con quién se podía conversar, qué historias había para relatar.

“Vengo de Río Negro, una provincia gigante, pero a mí siempre me gustó viajar. Descubrí que por Tucumán era sencillo porque, al ser pequeña, me resultaba fácil recorrerla en auto”, relata Salvi.

El modus operandi es sencillo: cuando tiene una tarde libre agarra un mapa, marca el lugar al que desea ir, enciende el auto y va. Lleva el celular para sacar alguna foto y subirla a Instagram y “si hay suerte” charla con los lugareños, pregunta qué hacen, cómo viven, qué les gusta hacer.

Viaja solo, salvo cuando algún amigo le pide que le haga un tour por algún lugar que ya conoce, aunque no le gusta repetir destinos. Le atraen más los paisajes urbanos que los rurales aunque admite que, debido a que viene del mar, le fascinan más las montañas.

El mismo tucumano no tiene mucho aprecio por su provincia, no se dan cuenta del lugar en el que viven, en el que cada uno de los puntos del mapa hay una maravilla por descubrir. No todo es Valles, hay hermosos lugares en otros puntos de la provincia”, asegura Salvi.

Tesoros escondidos

Salvo La Ciudacita (y el camino hasta allí), la ciudad de Burruyacú, Chuschagasta y alguno que otro paraje, ha recorrido todos y cada uno de los pueblos que componen Tucumán. Fue a Ranchillos, pero no era carnaval, con lo cual podría decirse que tampoco conoce Ranchillos.

El Este de Tucumán es uno de sus destinos favoritos: “Leales, Cruz Alta y Burruyacú plantean de una manera única cerros chicos y mucho verde trastocados por el olor de los ingenios y el paisaje industrial. Es una experiencia enriquecedora más que como turista, como viajero", explica.

"Además -agrega- si vas desde Capital, atravesar La Banda y Alderetes también es único. Allí, por su rápido crecimiento y sus características urbanísticas, no puede esconderse lo que algunos no quieren que se vea, como sucede en San Miguel, en donde los barrios están lejos del centro”.

La tucumanidad

En el Sur, de una impronta más histórica, se puede ver el Camino Real. Pero la historia no es todo: cada vez que tiene un rato libre y puede darse una escapada, Nicolás va a una confitería en el centro de Concepción que, asegura, “tiene unas masitas tremendas y se come el mejor imperial ruso con un excelente café”. El estilo francés otorgado por la influencia de los Rougés y las familias propietarias de ingenios complementan este paisaje urbano pintoresco.

Nicolás Salvi sabe, por ejemplo, por qué Monteros tiene tanta fiesta (un bar cada dos cuadras) y tantos postes (“la gente de ahí dice que sirve para sostener borrachos”) y ha vivido en carne propia el dicho “Cómo me hierve la sangre cuando bailo en Lules”.

(Postes de Monteros. Fotografía: Nicolás Salvi)

Además, opina que Famaillá es sumamente particular: “Cuando llegué ahí no esperaba encontrarme con un Cabildo, con superhéroes, con la fachada del cementerio replicando la Plaza de San Pedro, con la fiesta de los Orellana y con la paradoja de que la ciudad de las réplicas esté gobernada por mellizos”.

Unos días después de las inundaciones, el viajero fue a recorrer La Banda y Lastenia. Comentó que “en el centro se había caído un tronco y un grupo de gente se había reunido para cortarlo y sacarlo de la calle. Como ya estaban reunidos, armaron una ranchada al costado del árbol con choripaneada y todo”. 

(Ranchada en La Banda. Fotografía: Nicolás Salvi)

Más vale bueno conocido: "Ya sé que muchos tucumanos se han cansado de ir a San Pedro de Colalao, pero a mí me encanta. También Villa Nougués, El Siambón, Tafí del Valle, Amaicha, Ampimpa, Colalao del Valle. Son más conocidos pero no dejan de ser hermosos destinos”, agrega.

(Tafí del Valle. Fotografía: Nicolás Salvi)

Además de la provincia y la ciudad en la que vive (San Miguel de Tucumán), le gusta "el dialecto y la personalidad del tucumano, que es divertido, simpático, es de encontrarle las maldades a la gente, el lado oscuro de los seres humanos".

Invita a los habitantes de la provincia a recorrerla y asegura que no descansará hasta terminar de marcar ese mapa que tiene, que al momento registra solo algunos (pocos) huecos libres.