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Corazón y vocación se unen para hacer docencia en los Valles Calchaquíes

Historias de acá

El inicio de clases se vive de una manera diferente en Colalao del Valle. Las maestras Myriam Armella e Isabel Arrieta cuentan en esta nota cómo se prepararan para encarar un nuevo año, entre libros, juegos y montañas.




El comienzo de clases cada vez está más cerca y, tanto los chicos como los maestros, se van preparando para un nuevo año lectivo. Sin embargo, la privilegiada geografía de Tucumán hará posible que el próximo 6 de marzo se viva de una manera diferente en distintos rincones de la Provincia.

En Colalao del Valle, por ejemplo, las maestras Myriam Armella e Isabel Arrieta saben que impartir clases en medio de las montañas supondrá poner el corazón y renovar la vocación por la educación, esa herramienta que otorga posibilidades más allá del lugar en el mapa en que esté ubicada la escuela. Es su manera particular de “hacer patria”.

Myriam e Isabel, conocida por todos como Chabela, eligieron el camino de la educación hace más de 20 años. Ambas forman parte del cuerpo docente de la Escuela N°32 Alfredo Palacios a la que asisten chicos de toda la jurisdicción.

Colalao se encuentra en el límite de la Provincia, a pocos kilómetros de Cafayate, en Salta, y de Fuerte Quemado, en Catamarca. Se trata de un pueblo de casi tres mil habitantes, que se caracteriza por la simplicidad y amabilidad de su gente, por el trabajo cotidiano y el respeto, algo que las docentes destacan cada vez que toman la palabra.



La escuela del pueblo

La escuela es el centro del pueblo, el lugar adonde recurren la comuna, la iglesia y los pobladores. La historia institucional comenzó en una casona ubicada al frente de la plaza, que pertenecía a la familia Aparicio, quienes prestaron su vivienda para el funcionamiento del local escolar. Las maestras, colaleñas de nacimiento, escribieron sus primeras letras en ese sitio, según el relato dado a conocer por la Secretaría de Estado de Comunicación Pública

“Era una casa antigua, muy linda, asistíamos en doble turno porque solo había cuatro habitaciones que funcionaban como aulas”, contó Isabel, quien antes de ser docente fue alumna del establecimiento. Al respecto, recuerda que cuando la década de los setenta estaba llegando a su fin, se emprendió la construcción del nuevo edificio, emplazado a pocos metros de la casa de los Aparicio: “Estábamos terminando la escuela y queríamos quedar de grado para poder conocer el edificio nuevo”.

En esa época, la falta de oferta académica en el lugar obligaba a los alumnos a buscar otros destinos para poder completar sus estudios secundarios y superiores. Fue así como Chabela y Myrian debieron abandonar su comunidad para volver unos años después formadas como maestras.



La educación, un trabajo de todos los días

En al escuela, el día se inaugura a las 8:30 con el izamiento de bandera. Luego, los alumnos desayunan para comenzar las clases de lengua, matemáticas y ciencias sin otra necesidad más que la de aprender. Al mediodía almuerzan y luego continúan con las materias especiales, como inglés, religión, tecnología y agropecuaria. Además, una vez a la semana ensaya el coro, junto al profesor de música. 

Las docentes destacan que a pesar de que algunas familias son humildes, los niños asisten todas las mañanas “de punta en blanco” para cumplir con su jornada escolar. Como una muestra de ese espíritu de comunidad que los une, la comida que sobra en el comedor es repartida entre los alumnos para que la lleven a sus casas.

En Colalao del Valle la escuela se hace en comunidad, forma parte de la vida de todos y la palabra del maestro es respetada. Cada actividad se prepara con un gran compromiso relatan las docentes: “A fin de año tienen las muestras y los actos escolares son muy lindos, acude mucha gente y siempre vienen las mamás a vestirlos. Desde acá tratamos de involucrar a los padres, por ejemplo, invitándolos a la primera lección oral de los chicos. Es una forma de ayudarlos a saber que están estudiando”.