Top

L@s constantes: ni enero los detiene

verano

No abandonan el gimnasio, el partidito de fútbol, ni el taller de guitarra durante el verano ¿Cómo hacen?





Son las dos de la tarde del martes 17 de enero y en estos momentos la temperatura alcanzó 33 grados centígrados, el pico máximo pronosticado para el día. Pero a Patricia Cabrera Aráoz poco parece importarle la hora, la fecha y el calor: como cualquier otro día del año acaba de ingresar al gimnasio.

A Patricia le dicen la Pitu, tiene 25 años, es periodista y la primera vez que entrenó en UNO fue en diciembre de 2015. En aquel mes, como ocurre todos los años, una buena parte de los asistentes a los gimnasios suspendió su concurrencia. Pero la Pitu, a contramano del montón, decidió empezar.

Ella integra un grupo de tucumanos y tucumanas que no encuentran en diciembre, ni en enero, ni en el calor, ni en las Fiestas, ni en las vacaciones, la excusa para detener sus actividades extra laborales. “La idea es crear un hábito, que se vuelva cotidiano y no te cueste; que sea natural, como respirar, como lavarte los dientes”, dice la Pitu recién salida del gimnasio del piso 9 de calle General Paz al 500. Desde arriba se ve cómo arde la ciudad en la siesta.



El éxito de su constancia se debe, en buena parte, a la planificación. Cuando comienza el día arma el bolso, ya sabe qué va a comer y cómo va a sortear en calor de la tarde. “Organizar la vida para sentirte siempre cómoda; la botellita de agua y la ropa, siempre a mano y que no estorbe”. Los horarios flexibles, el aire acondicionado en la sala y el entrenamiento creativo también contribuyen a la constancia de la Pitu. Cuando el trabajo le impide ir al mediodía, entrena a la noche. Siempre se acomoda. Algo parecido le ocurre a Milagros Molina con sus clases de guitarra, pero su turno del miércoles de 14 a 16 es sagrado: “Si no puedo cambiar de turno, suspendo lo otro”.

Mili, de 27 años, empezó guitarra en agosto de 2014 y sobran los dedos de la mano para contar las veces que haya faltado. Ella aprende con el profesor José María Fajat, en una sala cómoda en un primer piso con vista al Parque 9 de Julio. El profesor cuenta que, al igual que en los gimnasios, su matrícula disminuye a la mitad desde mediados de diciembre hasta fines de enero. Pero Mili siempre estuvo ahí. Entre las canciones que aprendió y le gusta tocar y cantar se encuentran alguna que otra de Los Huayras o bien ésta de La Oreja de Van Gogh:

Su constancia fue seguir un deseo. De niña quería aprender a tocar un instrumento, pero no tenía plata para comprarse uno. Ya de joven se enteró que un primo de Rosario de la Frontera, en Salta, no usaba su guitarra. Entonces se la pidió y empezó a asistir a clases: “Al principio me costaba mucho tocar y cantar a la vez. Y hay algunos ritmos que aún hoy me pierdo, pero no abandoné porque me gusta mucho lo que hago. Esa es para mí la clave de la constancia: encontrar algo que no puedas dejar”. Como el fútbol.

Los turnos fijos de las canchas de fútbol 5 de la ciudad continúan gracias los jugadores constantes. En enero las reservas se ocupan al 70%, según coinciden tres propietarios de canchas. Entonces, quienes jamás faltan empiezan a buscar nuevos integrantes para suplir a quienes se fueron de vacaciones o eligieron guardar los botines durante el calor. Entre todos los que quieren jugar buscan “maridos”, dicho en términos futbolísticos.



La foto de arriba fue tomada en la cena de despedida de año pasado, después de un partido, entre los muchachos del fútbol del miércoles. Sergio Acuña, segundo de izquierda a derecha, tiene de 29 años y ostenta fama de no faltar nunca. Diseñador gráfico, fotógrafo y dueño de Visual, una empresa de cartelería, necesita el fútbol para cortar la semana, sea el mes que sea. “Es un cambio de aire, es tu tiempo propio. Distraés la cabeza. Trabajo todo el año y todo el año necesito también el fútbol de los miércoles”, cuenta Sergio.

“Tiene que ser mucho para falte. Un aniversario, un cumpleaños quizás”, agrega el defensor y mediocampista, nacido en Apolinario Saravia, provincia de Salta. Y lo dice casi sintiéndose culpable, como si traicionara a alguien. Quizás a su equipo, quizás a su constancia.