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Mi tatuaje: una virgen milagrosa para creer en lo que no veo

MUNDO TATTOO

Historias personales marcadas en la piel.





La virgen milagrosa que tengo tatuada en el omóplato izquierdo es la Virgen de Copacabana de Punta Corral. Tiempo atrás, se le apareció a un pastor allá, por los cerros de la Quebrada de Humahuaca, en Jujuy. Y ahora yo la llevo en mi piel desde mayo de 2012, pero está presente en la vida de mi familia hace 40 años. Mis abuelos maternos le pidieron a esta virgen cuando mi vieja no aparecía, esos días en que estuvo secuestrada en manos de la última dictadura argentina. Le pedimos también a ella, cuando Micaela, primera nieta, primera ahijada, tenía esas convulsiones malditas y los médicos no encontraban la causa. Ella nos ayudó: iluminó a la libertad, primero, e iluminó a los médicos,luego. Con ella aprendí a creer en lo que no veo. Los hechos pueden decir que no hay salida, que se agota el aire, que la montaña se derrumba, que no queda más que resignación, pero los hechos suelen volverse frágiles ante quienes creemos en los milagros, en lo inexplicable, en los puntos a los que no llega la ciencia, ni lo fáctico, ni lo probable. Ante quienes creemos en que jamás hay que rendirse, ni desesperar, ni conformarse con un dolor. Ante quienes portamos la bandera de la esperanza, de los sueños en vida, de cumplir lo imposible. Ella también es el extremo puro de mi paganismo, donde me he visto celebrar carnavales entre diablos, escondido con talco y espuma, y unas semanas después me hallaba de rodillas, ante un altar, en el abra de Punta Corral venerándote, Virgencita nuestra. Y por eso la llevo conmigo y la llevaré donde vaya hasta mi último día en la Tierra.
Pedro Noli. 
La virgen milagrosa que tengo tatuada en el omóplato izquierdo es la Virgen de Copacabana de Punta Corral. Tiempo atrás, se le apareció a un pastor allá, por los cerros de la Quebrada de Humahuaca, en Jujuy. Y ahora yo la llevo en mi piel desde mayo de 2012, pero está presente en la vida de mi familia hace 40 años. Mis abuelos maternos le pidieron a esta virgen cuando mi vieja no aparecía, esos días en que estuvo secuestrada en manos de la última dictadura argentina. Le pedimos también a ella, cuando Micaela, primera nieta, primera ahijada, tenía esas convulsiones malditas y los médicos no encontraban la causa. Ella nos ayudó: iluminó a la libertad, primero, e iluminó a los médicos,luego. Con ella aprendí a creer en lo que no veo. Los hechos pueden decir que no hay salida, que se agota el aire, que la montaña se derrumba, que no queda más que resignación, pero los hechos suelen volverse frágiles ante quienes creemos en los milagros, en lo inexplicable, en los puntos a los que no llega la ciencia, ni lo fáctico, ni lo probable. Ante quienes creemos en que jamás hay que rendirse, ni desesperar, ni conformarse con un dolor. Ante quienes portamos la bandera de la esperanza, de los sueños en vida, de cumplir lo imposible. Ella también es el extremo puro de mi paganismo, donde me he visto celebrar carnavales entre diablos, escondido con talco y espuma, y unas semanas después me hallaba de rodillas, ante un altar, en el abra de Punta Corral venerándote, Virgencita nuestra. Y por eso la llevo conmigo y la llevaré donde vaya hasta mi último día en la Tierra.


Pedro Noli, periodista.