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En Tafí del Valle también murió un equipo de fútbol

HISTORIAS DE ACÁ

El 24 de diciembre de 1967, mientras iban a un partido, la crecida del río arrastró a un camión y murieron 17 jugadores, hinchas y dirigentes del club tafinisto San Guillermo. El periodista Javier Astorga relata la historia de la tragedia en un perfil de Facebook y en un blog.

Fotografía de la tragedia, reproducida por la revista Así. Obtenida del Facebook: La tragedia de San Guillermo.





Tragedia de San Guillermo: La última nochebuena de Tafí del Valle
El 24 de diciembre de 1967, mientras iban a un partido, la crecida del río arrastró a un camión y murieron 17 jugadores, hinchas y dirigentes del club taficeño.
Era una mañana lluviosa de diciembre en el barrio Casas Viejas. Amancia y Juana tomaban mates cuando escucharon al camión que trasladaba a los jugadores e hinchas de San Guillermo al partido contra Peñarol. Amancia salió a saludarlos: ahí viajaba su hermano. Cuando volvió, la pava que había dejado al fuego tenía pegada una brasa.
- Doña Juana, ¿por qué se pega la brasa en la base de la pava?
- Eso no es buena señal.
- ¿Por qué?
- Eso es luto
Horas después, la noticia llegó a la puerta de su casa. Horas después, Amancia velaba a su hermano y a otros 16 paisanos. La misma cancha que había sido escenario de alegrías, ahora era escenario de tristezas. Velaron a todos en el campo de juego, muy cerca del dique La Angostura. 
El 24 de diciembre de 1967, la crecida del Río Tafí arrastró a un camión que trasladaba hinchas, jugadores y simpatizantes de San Guillermo. El contingente se dirigía al barrio Santa Cruz, donde se enfrentarían con Peñarol. A mitad de camino, la lluvia complicó el camino y tuvieron que dar media vuelta. Al cruzarse nuevamente con el río, el chofer aceleró la marcha para pasar por el badén antes de que avance la creciente. Pero el agua fue más rápida.
“¿Qué podríamos haber perdido? Tres puntos”, se pregunta Ángel Cruz, ex jugador de San Guillermo y sobreviviente de la tragedia. Al final, se perdieron 17 vidas.
Una semana antes, estaba en Buenos Aires pasando sus últimos días en el Servicio Militar Obligatorio. Salió con la baja de honor y al llegar a Tafí, lo primero que preguntó fue “¿Dónde juega San Guillermo?”. “Angelillo”, como lo conocen en el barrio, había sido jugador del equipo. Acababa de llegar a su pueblo, ansioso por reencontrarse con su familia, sus amigos y su club. 
A pesar de las malas condiciones climáticas, decidió emprender viaje para ver el partido. Después de una travesía de barro y lluvias torrenciales, digna de una competencia de 4x4, llegó la hora de cruzar el río. “Yo me encontraba en la parte delantera del vehículo –un Ford 350-, detrás de la cabina del conductor, cuando el río empezó a arrastrarnos. Habremos estado ahí unos cuatro minutos esperando poder cruzar. Los que estaban en la parte trasera comenzaron a descender antes de la creciente”, recuerda. 
En cuento presintió que algo malo estaba por suceder, subió a la cabina del camión y bajó por la trompa. Pegó un salto con la idea de caer al agua, pero en ese mismísimo instante vio cómo venía la corriente. “Era como un cerro que venía girando, una ola de cinco metros de altura. Cuando salté, el agua me pegó y me zambulló. Sostuve la respiración mientras el río me arrastraba. Al minuto, un golpe en la cadera me abrió una herida y el agua siguió tirándome cincuenta metros. En cuanto logro sacar la cabeza y dar una bocanada de aire, me vuelvo a hundir por cincuenta metros más. Ahí pensé ‘Dios está de mi lado’: saqué la cabeza para respirar y estaba a la orilla del río. Ahí me agarré, como pude, de las piedras”, relata.
Diez metros más abajo, el río giraba hacia la derecha y se encajonaba. Casi todos fallecieron en esa curva. Ángel esperó en la orilla la llegada de los rescatistas, que llevaron a los heridos al hospital. “Estaba desesperado por saber qué había pasado y por avisarle a mi mamá que estaba bien. Había vuelto del servicio militar hace dos días. Mi papá se fue galopando en el caballo hasta el río a ayudar a los rescatistas. Me buscaba a mí y no aparecía, la única esperanza era que estuviera en el hospital”. Y ahí estaba.
Resurgir
Amancia asegura que esa fue la última nochebuena de Tafí del Valle. En Casas Viejas se dejó de festejar la navidad. “Todavía no se superó, muchos siguen llorando cada 24 de diciembre”, lamenta. 
¿Cómo superar el duro golpe? Ángel Cruz comenta que, después del accidente, todos quedaron golpeados y desarmados. “Pero había un espíritu de lucha y la mejor forma de honrar a esas personas era levantar el club”, expresa. Y así fue como, en la primera reunión posterior a la tragedia, la Comisión Directiva lo nombró Secretario General. 
Recuperar la historia
Javier Astorga se puso al hombro la tarea de recuperar la historia de la tragedia de su pueblo. A él pertenecen las entrevistas citadas aquí, y a él pertenece la iniciativa de contarlas. 
En Tafí del Valle solo restan dos ejemplares de a edición n° 243 de la revista Así, del 4 de enero de 1968, que dedicó ocho páginas con declaraciones y fotografías del accidente y el sepelio.
Uno en manos de Amancia Guanco, el otro en la casa de Ramón Cáceres, uno de los canillitas del pueblo, que asegura que fue la primera vez que Tafí aparecía en los medios. 
Javier asegura que “la historia siempre quiso ser contada pero nunca encontró el espacio. No sabía cuál era el camino para conseguir relatos, o si la gente quiere hablar de esto. Hasta tenía miedo de que las almas me maldijeran por desenterrar su muerte”.

Era una mañana lluviosa de diciembre en el barrio Casas Viejas, de Tafí del Valle. Amancia y Juana tomaban mates cuando escucharon al camión que trasladaba a los jugadores e hinchas de San Guillermo al partido contra Peñarol. Amancia salió a saludarlos: ahí viajaba su hermano. Cuando volvió, la pava que había dejado al fuego tenía pegada una brasa.

- Doña Juana, ¿por qué se pega la brasa en la base de la pava?

- Eso no es buena señal.

- ¿Por qué?

- Eso es luto.

Horas después, la noticia llegó a la puerta de su casa. Horas después, Amancia velaba a su hermano y a otros 16 paisanos. La misma cancha que había sido escenario de alegrías, ahora era escenario de tristezas. Velaron a todos en el campo de juego, muy cerca del dique La Angostura. 

El 24 de diciembre de 1967, la crecida del Río Tafí arrastró a un camión que trasladaba hinchas, jugadores y simpatizantes de San Guillermo. El contingente se dirigía al barrio Santa Cruz, donde se enfrentarían con Peñarol. A mitad de camino, la lluvia complicó la ruta y tuvieron que dar media vuelta. Al cruzarse nuevamente con el río, el chofer aceleró la marcha para pasar por el badén antes de que avance la creciente. Pero el agua fue más rápida.

“¿Qué podríamos haber perdido? Tres puntos”, se pregunta Ángel Cruz, ex jugador de San Guillermo y sobreviviente de la tragedia. Al final, se perdieron 17 vidas.

Ángel Cruz es una de fuentes que construyen el trabajo del periodista Javier Astorga, quien relata esta historia en un perfil de Facebook llamado: La tragedia de San Guillermo. Fotografías, videos, textos y testimonios constituyen un completo reportaje online. 

Según se puede saber a partir de la investigación de Astorga, una semana antes de la tragedia, Ángel Cruz estaba en Buenos Aires pasando sus últimos días en el Servicio Militar Obligatorio. Salió con la baja de honor y al llegar a Tafí, lo primero que preguntó fue “¿Dónde juega San Guillermo?”. “Angelillo”, como lo conocían en el barrio, había sido jugador del equipo. Acababa de llegar a su pueblo, ansioso por reencontrarse con su familia, sus amigos y su club. 

A pesar de las malas condiciones climáticas y de su reciente regreso, decidió emprender viaje para ver el partido. Después de una travesía de barro y lluvias torrenciales digna de una competencia de 4x4, llegó la hora de cruzar el río. “Yo me encontraba en la parte delantera del vehículo –un Ford 350-, detrás de la cabina del conductor, cuando el río empezó a arrastrarnos. Habremos estado ahí unos cuatro minutos esperando poder cruzar. Los que estaban en la parte trasera comenzaron a descender antes de la creciente”, recuerda.

En cuanto presintió que algo malo estaba por suceder, subió a la cabina del camión y bajó por la trompa. Pegó un salto con la idea de caer al agua, pero en ese mismísimo instante vio cómo venía la corriente. “Era como un cerro que venía girando, una ola de cinco metros de altura. Cuando salté, el agua me pegó y me zambulló. Sostuve la respiración mientras el río me arrastraba. Al minuto, un golpe en la cadera me abrió una herida y el agua siguió tirándome cincuenta metros. En cuanto logro sacar la cabeza y dar una bocanada de aire, me vuelvo a hundir por cincuenta metros más. Un rato más tarde, pensé ‘Dios está de mi lado’: saqué la cabeza para respirar y estaba a la orilla del río. Ahí me agarré, como pude, de las piedras”, relata en un testimonio publicado en el Facebook de la tragedia. 

Diez metros más abajo, el río giraba hacia la derecha y se encajonaba. Casi todos fallecieron en esa curva. Ángel esperó en la orilla la llegada de los rescatistas, que llevaron a los heridos al hospital. “Estaba desesperado por saber qué había pasado y por avisarle a mi mamá que estaba bien. Había vuelto del servicio militar hace dos días. Mi papá se fue galopando en el caballo hasta el río a ayudar a los rescatistas. Me buscaba a mí y no aparecía, la única esperanza era que estuviera en el hospital”. Y ahí estaba.

Resurgir

Amancia asegura que esa fue la última nochebuena de Tafí del Valle. En Casas Viejas se dejó de festejar la navidad. “Todavía no se superó, muchos siguen llorando cada 24 de diciembre”, lamenta. 

Sin embargo, Ángel cree que se pudo superar el duro golpe. Comenta que, después del accidente, todos quedaron desarmados. “Pero había un espíritu de lucha y la mejor forma de honrar a esas personas era levantar el club”, expresa. Y así fue como, en la primera reunión posterior a la tragedia, la Comisión Directiva lo nombró Secretario General. 

Recuperar la historia

El periodista de Tafí del Valle Javier Astorga se puso al hombro la tarea de recuperar la historia de la tragedia de su pueblo. A él pertenecen las entrevistas citadas aquí, y a él pertenece la iniciativa de contarlas. Las publica tanto en el blog como en la FanPage

En Tafí del Valle solo restan dos ejemplares de a edición n° 243 de la revista Así del 4 de enero de 1968, que le dedicó ocho páginas al acontecimiento, incluyendo declaraciones y fotografías del accidente y el sepelio.

Uno en manos de Amancia Guanco, el otro en la casa de Ramón Cáceres, uno de los canillitas del pueblo, que comenta que fue la primera vez que Tafí aparecía en los medios. 

Javier asegura que “la historia siempre quiso ser contada pero nunca encontró el espacio. No sabía cuál era el camino para conseguir relatos, o si la gente quería hablar de esto. Hasta tenía miedo de que las almas me maldijeran por desenterrar su muerte”.